Desde entonces, la sociedad española se mostró convulsionada.
Los terratenientes, industriales, militares y la Iglesia manifestaron preocupación por los disturbios sociales; que concluyeron en una guerra civil (1936- 1939).
I
La alarma del despertador, sonó a la hora prevista.
Manuel abrió los ojos y giró su cuerpo hacia un lado. Pudo observar que su esposa Lucía, continuaba durmiendo, o al menos así parecía.
Salió de la cama y caminó hacia el baño donde se duchó y vistió, para luego dirigirse a la cocina donde prepararía el desayuno como cada mañana.
Unos minutos más tarde, Lucía se hallaba a su lado acomodando todo para desayunar.
Manuel la tomó por la cintura y le besó la mejilla -buen día mi amor -dijo tiernamente.
-Buen día cariño -respondió ella -ha comenzado a llover -comentó Manuel mientras colocaba las tostadas y la mermelada sobre la mesa.
Quizá el cielo está sintiendo lo mismo que esta sociedad -¿Qué tema trataréis hoy en tu clase? -le preguntó Lucía mientras servía el café.
-Hablaremos sobre los derechos que tenemos todos -respondió el joven. Al oír esto, Lucía giró su rostro, mirando fijamente a los ojos de su esposo.
-Amor, no te preocupéis. No hay que sentir temor alguno -dijo Manuel tratando de tranquilizar a su esposa.
-Sabéis que debéis tener cuidado cariño, por ti, nosotros y especialmente por María.
-Sí, ya lo se querida -concluyó el joven.
Lucía era una mujer muy inteligente y dinámica, voluntariosa, muy compañera y enamorada profundamente de Manuel, de quien era su principal admiradora.
Al terminar el desayuno, el joven, recogió su impermeable para luego despedirse de Lucía.
-Hasta luego mi reina -le dijo a la vez que la besaba dulcemente
-¡Hasta luego cariño! ¡Cuídate por favor! -dijo Lucía.
El joven salió de la casa y subió a su automóvil, dirigiéndose al Colegio donde dictaba clases de Derecho.
Era Manuel, un muchacho muy capaz, astuto, inquieto. De contextura física fuerte, tez bronceada y ojos vivaces.
Al ingresar al Establecimiento Educativo, sus alumnos se acercaron a saludarlo con afecto y cuando fue la hora de ingresar al aula lo hicieron junto al profesor.
-Profesor -preguntó uno de sus alumnos ¿De qué hablaremos hoy?
-Hoy hablaremos de nuestros derechos. Del derecho a la libertad, equidad social, a la justicia. ¿Sabéis ustedes que todos tenemos derecho a una vida digna?
-¿Quiere decir Profesor, que tenemos derecho a poseer lo mismo que un terrateniente, un industrial o un militar? -preguntó uno de sus alumnos.
-Así es Julián, o que ellos tengan un poco menos para que otros tengan algo.
En ese momento irrumpió en el aula un sacerdote. Manuel no se amilanó y continuó con la clase sabiendo que, la presencia del representante de la Iglesia significaba que se hallaba en inminente peligro; no obstante , no vaciló en decir a sus alumnos: -¡Debemos luchar por lo que nos corresponde!
¡No permitir que avasallen nuestros derechos! ¡Todos merecemos ser tratados de igual manera!¡No existe justicia cuando unos tienen de más y otros no tienen ni lo indispensable para vivir! Al decir esto, desvió la mirada hacia el sacerdote, quien respondió con ojos chispeantes.
Al concluir la clase, el sacerdote se aproximó a Manuel, -Tenga cuidado Profesor, no vaya a ser que sufra "un accidente" sería una verdadera pena ¿No le parece?, recuerde que tiene una hermosa esposa y una hija pequeña...piénselo.
-No se preocupe Padre, se cuidarme -respondió.
Sin decir nada más tomó sus libros y se alejó del Colegio.
Mientras caminaba por la acera, recordaba la clase y supo que debía cuidar de su familia.
Esa tarde, luego de almorzar en su casa, llamó por teléfono a su amigo Joaquín con quien compartía los mismos ideales , la misma lucha, la misma causa. Joaquín era un joven entusiasta, operario de una fábrica de motores y estudiante de periodismo.
-Hola Joaquín -dijo Manuel -¿Nos reunimos a las 18 horas?
-¡Hola Manuel! ¡Sí, ahí estaré!
II
El bar era un lugar sombrío, apartado del centro, con muy poca iluminación.
-Hoy vino un cura a presenciar mi clase -le contó Manuel a su amigo.
-Esto nos da la certeza de que ya nos tienen "fichados", saben lo que estás haciendo -dijo Joaquín.
-Por supuesto, están al tanto de todo. No le conté a Lucía , para no asustarla, pero soy consciente de que estoy bajo amenaza. Igualmente no voy a ceder.
-¡Yo tampoco! -dijo Joaquín - y los demás compañeros, harán lo mismo.
Nos están consiguiendo armas, para cuando sean necesarias.
-¡Muy bien! nos serán de mucha utilidad.
-Joaquín -dijo Manuel -¿Pensáis que debería tener ciertos recaudos para con mi familia?
-Sí, por supuesto -respondió Joaquín. Por ejemplo llevar a la pequeña María al sótano para que se acostumbre al lugar, Lucía puede hacer alguna labor mientras tanto.
-Eso haré al menos para sentirme más tranquilo, mientras me ausente de casa.
Continuaron conversando durante un tiempo prolongado. Luego se marcharon cada uno a su casa.
III
Aquella tarde, había dejado de llover y Manuel había salido recién del Colegio.
Se encontraba a tres cuadras de su casa, cuando un denso humo hizo que bruscamente empezara a correr por la acera. Ese día había decidido ir a su trabajo caminando.
Cuando estuvo a una cuadra comprobó que era su vivienda la que ardía.
Totalmente obnubilado, llegó hasta el lugar abriéndose paso entre la gente. El fuego estaba casi extinguido y pudo ingresar a la vivienda.
Encontró a su esposa con el cuerpo totalmente quemado y agonizante. Desesperado y tratando de no ser visto, bajó al sótano donde pudo ver a su hija en perfecto estado. Con las fuerzas que le quedaban dejó entretenida a su hija jugando y salió del lugar asegurándose previamente de no ser visto. Luego fue en busca de un vehículo para trasladar a Lucía a un Centro Asistencial.
Pocos minutos más tarde llegó su amigo Joaquín al lugar, donde solamente quedaban rastros de lo que había sido una casa.
Esperó pacientemente hasta que no vio a ningún curioso en la zona y buscó la tapa del sótano. En cierto momento escuchó un sonido que provenía de ese sitio, levantó la tapa y bajó. Ahí halló a la pequeña María aún entretenida con sus juguetes. Joaquín la alzó y apretó contra su pecho. Luego, constatando que no había nadie observándolo, salió a la calle con la niña.
No sabía nada de lo que había sucedido con Manuel y Lucía.
Al llegar a su domicilio con la pequeña y cuando se disponía a prepararle algo para cenar, sonó el teléfono. Era Manuel, quien llorando le informaba que Lucía había fallecido, debido a las quemaduras sufridas en su cuerpo.
-Manuel -le dijo Joaquín- entiendo tu dolor, te comprendo y acompaño amigo, pero aquí está María que te espera. Ven conmigo, aquí estaremos.
-Cuando arregle todo iré- respondió Manuel.
Pasadas unas horas Manuel llegó a la puerta de entrada de la vivienda de Joaquín. Al recibirlo el dueño de casa, lo abrazó muy fuerte e hizo pasar.
-Esto me hace más fuerte -dijo Manuel -¡Quiero luchar para cambiar esta sociedad! ¡Debemos terminar con la injusticia, la esclavitud, la explotación!
-Manuel -dijo Joaquín -piensa en tu hija, ella te necesita. Sería terrible que perdiera a sus dos padres.
-¡Quiero hacer justicia por la muerte de su madre! -¿Qué me sugieres Joaquín? - dijo Manuel a su amigo.
-Que nos vayamos de este país, yo te acompaño -respondió Joaquín.
-¿Renunciar? ¿Eso es lo que me sugieres?
-Así es, ya has perdido a tu esposa ¿Te parece poco?
-No puedo dejar esto así por Lucía, ella no merecía morir. Fue culpa mía -respondió Manuel.
-Tengo familiares en Argentina -dijo Joaquín.
-Gracias pero no quiero, deseo seguir luchando por mi país.
-Bueno, como quieras, es tu vida al fin...
Así fue como Manuel continuó con su lucha viviendo en casa de Joaquín.
IV
A pesar de su gran dolor por lo acontecido en su vida, Manuel continuó dando clases de Derecho a los jóvenes estudiantes, impartiendo ideas sobre libertad, igualdad y justicia. Siguió con su oratoria en la cual les hablaba de la necesidad de luchar por sus ideales, para lograr una sociedad más justa y equitativa, para desterrar al esclavismo y la opresión.
Cierto día, uno de sus alumnos lo interrogó.
-¿No siente miedo Profesor?
-No Luciano. No siento miedo aunque me hayan arrebatado una parte de mí. No me rendiré, seguiré luchando hasta el fin, con la esperanza de que mi hija viva en un país diferente.
-¡Nosotros tenemos que hacer lo mismo! -se escuchó gritar a otro de sus alumnos.
-La República necesita de la unión de muchas voluntades, para lograr el triunfo de sus ideas -dijo Manuel.
Al ver el apasionamiento por parte de los jóvenes, el Profesor tranquilamente concluyó:
-Ustedes son libres en este momento para elegir. Podeis escoger por aquello que sientan que es lo mejor para todos/as.
Luego de decir esto, dio por finalizada la clase de ese día.
V
Una tarde, Joaquín recibió un correo proveniente de Argentina. Era de su prima Victoria en el cual le anunciaba su viaje a España.
Victoria era una joven de 24 años, cabello largo y rubio. De ojos color miel. Muy alegre y atractiva.
Al verla aquel día, Manuel quedó sorprendido por su belleza. Había terminado de dar el almuerzo a María cuando Victoria llegó a la estación, por lo cual los dos amigos se dirigieron a ese lugar para recibirla.
Joaquín los presentó. -Manuel ella es mi prima Victoria, Victoria él es mi amigo Manuel. Ambos se saludaron con un beso y comenzaron a conversar sobre el viaje de la joven.
Al tener conocimiento de lo ocurrido en ese país y la lucha de los jóvenes, rápidamente se sumó a la causa. Lógicamente fue asesorada por su primo Joaquín y por Manuel.
La pequeña María y Victoria se entendieron perfectamente desde el primer día. La niña cada vez que la veía extendía sus bracitos para que la levantara y Manuel se sentía feliz al ver a su hija disfrutando de la presencia de la joven.
Una mañana, Victoria se hallaba sola en la casa cuidando de María, cuando escuchó corridas en el patio. Se acercó rápidamente a la ventana y pudo ver que un grupo de militares estaba por ingresar a la planta baja de la casa.
Se dirigió hasta el teléfono y se comunicó con Joaquín.
-¿Sí, están acá! -le dijo -¿Ya entran! ¡Qué hago?
-Vete al sótano con la niña ¡Ya! -respondió Joaquín.
Pocos segundos más tarde los pasos resonaban arriba. Victoria pensó que usaría el arma que los jóvenes le habían dado, en caso de ser descubierta. Trató de entretener a la pequeña para que guardara silencio.
Minutos después percibió como la patota se alejaba de la casa. Respiró profundamente aliviada no sólo por ella, sino también por la niña.
Al momento escuchó disparos que le hicieron acelerar los latidos del corazón. Pensó en Joaquín y también en Manuel. La pequeña María se sobresaltó al oír los estallidos y comenzó a llorar.
Victoria la abrazó y calmó, para no ser descubiertas.
Poco tiempo después, nuevamente los pasos recorrían la parte superior del sótano, el cual se hallaba muy bien disimulado por lo que era casi imposible ser descubierto.
-No hay nadie aquí -dijo alguien.
-¡Vamos a buscarlos y les daremos un escarmiento! -dijo otro -¡Estos republicanos hijos de puta no saldrán con la suya!
Victoria contuvo el aliento, sabía que encontrarían a Manuel y a Joaquín, que de todas maneras, tarde o temprano serían ambos presa de los militares. Esperó pacientemente y cuando las sombras lo cubrieron todo, salió del sótano junto a María.
Con mucho sigilo buscó una vela y preparó la cena a la pequeña. Cuando al fin la niña se durmió, la acostó y se acurrucó a su lado.
A media noche la voz de Manuel la sobresaltó.
-¡Victoria! ¡Victoria! -le dijo -¡Han llevado a Joaquín! ¡Tenemos que ir en su búsqueda!
-¿Y la demás gente?
-Ya estamos todos listos, sólo faltas tú, deja a la nena y vámonos.
-¿Dónde la dejamos?
-Pues dile a la vecina que tienes que salir, que Joaquín no está bien, si por favor la cuida esta noche.
-Bueno lo haré y luego me uniré a ustedes.
Así fue que Victoria se sumó al grupo y empuñando su arma al igual que el resto, lograron sacar de prisión a Joaquín medio exhausto por la paliza recibida. Luego de unas semanas, el joven recuperó su estado saludable.
VI
Una tarde, mientras Victoria preparaba la merienda de María, Manuel (quien había regresado de su trabajo) se acercó a la joven.
-María quisiera hablarte antes de que regrese Joaquín -dijo.
-Bueno, respondió ella -termino de darle de comer a María y hablamos.
La pequeña los miraba como intuyendo lo que ambos se decían en silencio.
Pasado un tiempo, Victoria se acomodó en un sillón cercano al de Manuel.
¿Qué querías decirme? -preguntó Victoria.
-Bueno, yo pensé que...siendo que nos entendemos tan bien y compartimos tantas cosas e ideas y... María ya se ha encariñado tanto contigo podríamos...pensar en un futuro juntos los tres si tú lo quisierais. María lo miró, no asombrada pues ya lo esperaba, y halló en su mirada sinceridad, sabía que la amaba por todas la actitudes que tenía a diario para con ella, las llamadas para saber si se encontraba bien al igual que su hija María,
entre otras tantas demostraciones de respeto y cariño.
entre otras tantas demostraciones de respeto y cariño.
-Manuel, ya sabes mi respuesta. Has llegado a conocerme bien. Te amo y amo a tu hija como si hubiese nacido de mí.
Ambos se abrazaron y brindaron manifestaciones de amor, las que por tantos días reprimieron, mientras la pequeña María dormía sosegadamente en la habitación contigua.
VII
Al atardecer regresó Joaquín de su trabajo y notó que algo había cambiado en la relación de su prima con su amigo
-¡Oigan ustedes! ¡Los veo como dos tortolitos! ¿Qué les está sucediendo? ¿O ya olvidaron que estamos en guerra? -dijo a viva voz.
-No lo hemos olvidado amigo mío, pero la vida tiene matices...
-Y uno de ellos es el amor -acotó Victoria.
-¡Ah sí, el amor, el amor! ¡Por favor! -dijo Joaquín.
-Así es, nos hemos enamorado en medio de las balas. ¿Y qué? ¿Está mal? ¿Celoso o envidioso? - preguntó irónicamente Manuel.
-Ni una cosa, ni la otra. Me regocijo por ustedes y por María.
-¡Hay que celebrarlo Joaquín! -dijo Victoria.
-¡Adelante pues! -dijo el joven.
Los tres disfrutaron de aquellos momentos inolvidables en los que el dolor, la angustia y el miedo se mezclaban incomprensiblemente con la felicidad, el amor y la ternura.
Poco tiempo después el llanto de la pequeña María hizo que Victoria se alejara en dirección al cuarto.
VIII
Una mañana, la ciudad de Madrid despertó con una gran convulsión social. Bombardeos, disparos, corridas, gritos, llantos, gente herida y muertos cubriendo las calles. Los franquistas volvían a atacar.
Manuel intenta comunicarse con Joaquín, quien ya había salido de su casa rumbo al trabajo como de costumbre, pero por los hechos, no había podido llegar a destino, por lo cual regresa a su domicilio y ahí su amigo lo interroga inmediatamente.
-¡Joaquín! ¿Te encuentras bien? ¿Qué está sucediendo en la calle? -preguntó a su amigo.
-¿No te avisaron? ¡Ven al albergue!
-De inmediato voy para allá -respondió Manuel.
Victoria, quien se hallaba ordenando la casa, al escuchar a Manuel corrió a su lado.
-¡Manuel, quiero ir con ustedes! -dijo.
-Victoria por favor, quédate con la niña. Ella te necesita más que nosotros. Cuídate y cuídala. Bajen al sótano y permanezcan ahí.
-¡Quiero ir con ustedes y ayudar!
-¡No Victoria, no! ¡Debo irme ya! ¡Luego nos vemos! -Al decir esto Manuel la besó tiernamente y se alejó.
La joven fue hasta la habitación donde María dormía plácidamente. Sintió amor y ternura por ella. La tomó entre sus brazos, sin que la pequeña despertara y tal como le había recomendado Manuel, descendió al sótano.
Tiempo después, escuchó estruendos y el silbar de las balas.
Victoria muy escondida junto a María, se mantuvo en silencio escuchando gritos desgarradores de gente herida.
Pasadas las horas, cuando todo estaba en calma, tomó a la niña en brazos y salió del sótano, asegurándose de no ser vista.
IX
Cierto día, Manuel llegó corriendo desde la calle.
-¡Victoria! ¡Victoria! -gritaba desesperado, desde la puerta de entrada de la casa.
-Manuel ¿Qué sucede? -preguntó preocupada la joven.
-¡Los franquistas van a atacar nuevamente! ¡Debes tomar a María y correr al refugio de la montaña! ¡Pronto por favor, aquí no estáis seguras!
-¡Ven con nosotras, no quiero dejarte!
-Por favor cariño hazlo por los tres - le dijo Manuel. Ustedes estaréis bien y yo más tranquilo. Luego de que pase todo , volveremos a estar juntos.
Sin más, Victoria salió de la casa con María en brazos hacia el refugio. Al llegar pudo observar a varias mujeres con sus pequeños hijos. Se dirigió inmediatamente al lugar donde Manuel le había señalado para emergencias.
Unos momentos más tarde llegó el joven jadeante.
-¡Vamos más adentro! ¡Aquí en este recodo quédate con María!¡No haga ruido ni se muevan!
Luego de dar estas indicaciones a Victoria , se retiró del lugar.
La joven estuvo pensando unos momentos y luego resolvió.
Se alejó con la niña en brazos, del escondite que le habían asignado y corrió hasta donde se encontraba una familia conocida y habló con la mujer. Luego, dejó a su cargo la pequeña María hasta su vuelta. Regresó al refugio en busca del arma preparada para combatir.
Tal como estaba bajó la montaña. Al momento ya se oían los primeros disparos y bombas.
No sentía temor. Era más fuerte el odio.
Cuando estuvo más próxima al centro de la ciudad, los manifestantes estaban descontrolados, tanto de su bando como del otro arrojaban bombas por doquier. Victoria se unió al grupo que le correspondía y comenzó a disparar también.
Fue una tarde intensa, en la que no volvió a ver ni a Joaquín ni a Manuel.
Cuando caía la tarde, las bombas y disparos comenzaron a disminuir. Parecía que iba a producirse una tregua. Victoria decidió ir en busca de María, dejando previamente el arma en el refugio para luego, regresar a buscarla e ir a lo de Joaquín.
X
El cielo se mostraba plomizo, anunciaba la llegada de otro aguacero. Las calles eran sembradíos de cadáveres y heridos que eran trasladados en camillas para ser atendidos.
El final de esa jornada nefasta era el preludio del futuro.
Cuando cesaron las balas, Joaquín corrió por las calles en busca de Manuel, quien se había alejado del lugar que habían escogido para atacar a militantes Nacionalistas, a los que se les sumaron la Milicia Civil y los Franquistas.
Fue en ese remolino, en esa vorágine, cuando perdió de vista a su amigo.
Desesperado comenzó a buscarlo por todos los rincones. De pronto, un disparo surgió de la nada, impactando certeramente en el pecho de Joaquín, quien cayó de bruces al suelo, donde poco a poco se fue desangrando.
Horas más tarde, Manuel lo halló sin vida, cuando caminaba por la calle e iba en su busca.
Lo levantó en brazos y llevó hasta la casa. Victoria al verlo, estalló en un llanto desgarrador, al que se sumó Manuel. Ambos se sentían destruidos interiormente. Juntos lo llevaron hasta la cama, para luego iniciar los trámites para la sepultura y horas más tarde, Joaquín se hallaba en su morada definitiva, mientras en las calles las bombas y disparos, comenzaban a hacerse sentir nuevamente.
XI
En medio de tanto caos y desorden, el partido de izquierda denominado Frente Popular lanzó una proclama y Victoria junto a Manuel acompañaron a los postulantes hasta el fin.
-¡Mañana son las elecciones!¡Es nuestro deber apoyarlos por nosotros, nuestros hijos y nietos!
De esta manera fue que ganó el Frente Popular.
Tanto Manuel como Victoria, se sentían muy felices por el triunfo.
Una mañana, luego de una sangrienta y cruel batalla, que tuvo por finalidad no permitir gobernar al partido ganador, Franco tomó Madrid, siendo el vencedor de la Guerra Civil Española, la cual de esta manera llegaba a su fin.
XII
A la mañana siguiente, Victoria llamó a su madre por teléfono y le dio la triste noticia de lo sucedido a su primo, lo que produjo gran conmoción en la familia.
Cuando terminó de hablar con su madre regresó junto a Manuel.
-Amor -dijo éste -he pensado que debes regresar junto a tu familia. Yo por un tiempo me quedaré con mi hija aquí. Prometo viajar pronto para estar nuevamente juntos, pero creo necesario que viajéis sola y pongáis al tanto de nuestra relación a tu familia.
-Y tú ¿Cuándo piensas viajar para reunirte nuevamente conmigo? -preguntó Victoria.
-Pronto, muy pronto estaremos juntos para siempre.
Luego de decir esto la atrajo hacia sí y besó dulcemente.
XIII
Fue unos días más tarde cuando Manuel y su hijita María acompañaron al aeropuerto a Victoria.
Ambos se abrazaron y besaron intensamente mientras la pequeña tiraba de la pollera de Victoria. Al llegar el momento de la partida, ésta abrazó y besó a la niña con los ojos nublados por las lágrimas y se fue alejando del lugar despaciosamente, mientras Manuel apretando a su hija contra su pecho fuertemente, quedó con la mirada perdida, contemplando su partida.
Minutos después, Victoria volaba hacia Argentina nuevamente.
Transcurrió un mes desde la partida de Victoria, hasta que Manuel con la pequeña María, se hallaban esperando para abordar el avión que los conduciría junto a Victoria.
El joven contempló su entorno. Pensó en su esposa, en su amigo, en los sueños y esperanzas que tuvieron y sintió un profundo dolor por tanta sangre inocente derramada, por tanto sufrimiento.
El altavoz avisó la partida del avión, lo que hizo que Manuel, apartara esos pensamientos de su mente.
Tomó en brazos a la niña y lentamente fue despidiéndose de aquel sitio. Mientras se dirigía a la puerta de entrada del avión, pensó en el reencuentro con Victoria y sintió que su espíritu se llenaba de energía positiva y sonrió con gran felicidad.
FIN
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