Gotas como diademas,
golpean sin cesar el cristal,
desde el cielo con ansias extremas,
ímpetu que provoca un vendaval.
La desilusión y y el hastío,
pasean sigilosos a través del ventanal,
arpegios luminosos provocan escalofrío,
desvelando un sentimiento banal.
Una estrella que se mece en el infinito,
comienza a titilar imprevistamente,
ella esparce su luz como consuelo,
y me susurra que su brillo sigue latente.
Quien desvaneció en la inmensidad,
no llegando a florecer en este suelo fecundo,
me cubrió con su intensa claridad,
cuando caía en un cansancio profundo.
De repente la grandiosidad,
de colores de arco iris se cubrió,
rayos de sol bañaron la oscuridad,
y desde lo alto una paz indescriptible,
me envolvió...
Susana E. Irigoite
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