me observas y tu voz me llega lejana,
dices que tú, siempre tienes razón,
y sin más, te filtras por alguna ventana.
Quisiera borrar de mi mente,
las veces que el sonido de pasos firmes,
a mi corazón dispuesto y valiente,
lo sobresaltaron y enviaron a los confines.
Cuántas veces balbuseaba temblorosa,
expresando con la garganta oprimida,
lo que mi ser muy dentro sentía,
por temor a la represalia conocida.
Ahora, hacia mí vuelves la mirada,
tus ojos incrédulos su sarcasmo reflejan,
el ego se esparce y vibra en esta morada,
estrellas te toman de la mano y alejan.
El tiempo sabio, compañero y reparador,
a la angustia sentida en el alma,
probablemente mitigue su dolor,
y por fin llegue el perdón y la añorada calma.
Susana E, Irigoite.
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