De pronto cubrieron al cielo,
densas nubes que al día opacaron,
mis primaveras se convirtieron en hielo,
y todos los aromas se esfumaron.
He aprendido a vivir sin olvidarte,
porque permaneces desde lejos conmigo,
con mis letras logro acariciarte,
siendo como entonces mi sostén y abrigo.
Te llevo dentro de mi alma,
en la sangre que corre por mis venas,
en el delirio que no consigue calma,
las risas, las bromas y también mis penas.
El sonido del silencio me ensordece,
con resabios de sombras y hastío,
que en el desvarío presurosos acuden,
por el sendero doliente y sombrío.
Siempre presente en mi despertar,
en cada momento de mi vida,
eres el último pensamiento al reposar,
la ilusión sentida y ahora perdida.
Porque en ti descubrí un nuevo amanecer,
con pájaros y flores dispersos por doquier,
y la esperanza que comenzaba a renacer,
a un mundo diferente aún sin conocer...
Suana E. Irigoite
0 comentarios :
Publicar un comentario