la cual emerge impetuosa de la nada,
cubriendo de intensa y brillante claridad,
a un alma visiblemente atormentada.
Te acercas y luego te alejas,
me envuelves en tu aroma,
de repente a solas me dejas,
y una cruel soledad asoma.
Siento al helado invierno,
carcomiendo y dentro de mi ser,
te intuyo anclado muy tierno,
contemplando un nuevo amanecer
Duele, no hallarte cada día,
mucho más de lo que tú imaginas,
algo inexplicable, quién diría,
naufragando hoy, en aguas cristalinas...
Susana E. Irigoite
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