Tarde otoñal de remembranzas,
de personajes que han partido,
de un tiempo atesorado ya ido.
En el pueblo era conocida doña María,
un pañuelo atado a su cabeza llevaba,
al lugar donde era requerida ella acudía,
y su espalda encorvada de bolsas cargaba.
Me transporto a ciento de momentos,
de niñez, inocencia y ternura,
que quedaron en estos sentimientos,
plenos de amor, luz y dulzura.
Doña María su huella imborrable nos dejó,
sus manos añosas extendidas y andar lerdo,
y desde el día en el que silenciosa se alejó,
continúa flotando en el aire su noble recuerdo...
Susana E. Irigoite
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