era su silbato inconfundible quien anunciaba,
la llegada de un familiar o amigo y sus palabras,
que a la soledad inclemente sin prisa alejaba.
Era esa la novia que esperaba en el andén a su amado,
la que retorciendo sus manos fantaseaba.
Era esa madre que añoraba tener al hijo a su lado,
y deseosa la llegada de ese tren anhelaba.
De los viajes en aquel tren aun siento,
la alegría inmensa al pasear en él,
los años pasaron, se los llevó el viento,
pero es su recuerdo el de un amigo fiel.
Hoy extraño el sonido de su silbato,
gran compañero de mi niñez,
abrigo con candor y comparto el relato,
con nostalgia por lo vivido alguna vez...
Susana E. Irigoite
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