Fue tan solo el misterio de una noche,
al que entre sinfonías y nubes de algodón llegué,
mi madre al verme se acercó y besó sin reproche,
y a sus sentidas lágrimas las enjugué.
Descubrí a mi padre pasadas algunas horas,
quien hacia mí sus pasos lentamente dirigía,
sus palabras afloraban cordiales y sonoras,
Después de un gran resplandor apareció,
la figura anhelada de mi esposo amado,
corrí a su encuentro me abrazó y acarició,
diciéndonos de todos los sueños olvidados.
Familiares y amigos me saludaron,
en el reencuentro fue intensa la alegría,
atrás los tristes recuerdos quedaron,
todo en ese lugar era paz, amor y armonía.
Un sonido, movimiento o alarma,
me hizo regresar del sueño a la realidad,
con súbito deleite salté de la cama,
dí gracias por el regalo de visitar la eternidad...
Susana E. Irigoite
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