Mientras el crepúsculo se va despidiendo,
contemplo a lo lejos el rosado horizonte,
él transforma las horas que estoy viviendo.
La vida se agita cada día,
los ruidos, la nostalgia y alegría.
Luego el silencio, la quietud,
y la intensidad de su virtud.
Desde ese lugar es que regreso,
en el logro de algún nuevo intento,
sin claudicar ante lo adverso,
con el ánimo dispuesto y atento.
Brindo todo cuanto siento,
ilusión al que encuentro sufriendo,
y un instante de ese aliento,
que día a día, Dios me esta ofreciendo...
Susana E. Irigoite

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