El haz de luz que se filtró por el ventanal de la habitación de Sonia hizo que la joven despertara. Elevó sus sus brazos como queriendo atrapar el aire que flotaba en el ambiente, luego se incorporó. Sabía que debía terminar varios trabajos, los cuales serían entregados al día siguiente.
Se duchó, descendió las escaleras para desayunar pues luego iría, como cada día, a su oficina.
Se sentía dichosa. El sol brillaba en lo alto del firmamento como dándole la bienvenida.
Al mediodía subió a su auto y se alejó del lugar dirigiéndose al domicilio de sus padres. Al llegar a la vivienda, el aroma a comida elaborada por su madre con mucho amor y dedicación, la envolvió en un suave reencuentro con su niñez, no tan lejana. Retrotrajo todo lo vivido entonces. La mesa lista. Su padre colaborando para que todo estuviera en orden. La llegada de su tía Adela, siempre arreglada como para ir a una fiesta y su prima Micaela...A ella le gustaba la danza, pero era regordeta y no tenía la más mínima intención de cuidar su figura por lo cual, nunca pudo ver cumplidos su sueño de bailarina.
Continuó recordando y regresó a aquella mañana luminosa cuando contaba con diecisiete años y decidió dar un paseo en bicicleta. Vestida con ropa deportiva avanzó por el sendero rodeado por una arboleda que dibujaba un cuadro tropical.
La brisa mañanera le refrescó el rostro; inspiró aire puro y se sintió muy feliz como esa tarde.
Ella era hija única; sus padres poseían una casa elegante a pocos kilómetros de la ciudad.
Sonia era una joven de carácter firme y decidido; muy talentosa, lo que hizo que lograra éxitos en los pocos años vividos.
Aquella mañana tenía que pasar en busca de su prima Micaela, con quien compartía todos sus días desde que eran muy pequeñas. Pasearon por las orillas de un río que corría dividiendo al pueblo, y decidieron sentarse a charlar por un tiempo para luego subir el puente que las conduciría al otro extremo del lugar sin recordar que el mismo tenía algunas fallas en su estructura.
Fue en un determinado momento, cuando Micaela hizo un movimiento brusco desviando su bicicleta hacia la Sonia, lo que produjo la caída de su prima siendo ésta arrastrada por la correntada formada por un remolino que se producía justo debajo del puente.
Inmediatamente Micaela pidió ayuda para socorrerla, fue asistida, y luego de varias horas le dieron el alta del Sanatorio donde la evaluaron.
Sonia, nunca olvidó lo sucedido aquella tarde ya que fue algo totalmente inesperado para ella.
Se detuvo frente a la puerta principal de la casa de sus padres. Una melodía que hacía años entonara su madre en el piano, acarició sus sentidos al igual que entonces, y pocos segundos más tarde se hallaba dentro del inmueble.
-Hola papá! -Hola mamá!
Luego se dirigió a su tía y a su prima.
-Hola tía! -Hola Micaela! -Esta última la miró de soslayo, como rumiando rencor, fastidio, celos...
Pasado el tiempo, la joven se ubicó en un rincón del living para contemplarlo. Todo estaba igual. Una brisa cálida rozó su rostro y sintió paz. Recorrió su infancia, su adolescencia y ahora su adultez y se sintió dichosa. Su luz interior estaba encendida gracias a sus padre, maestros y a los que la supieron guiar. Ellos hicieron de ella una excelente persona carente de todo artificio.
Se incorporó y ya no vio a su tía tan arreglada ni a su prima frustrada, las dejó ir por donde habían llegado, observó como se alejaban sus progenitores, y quedó disfrutando de aquella tarde de sol radiante, de la claridad, de los sonidos del silencio, de los aromas tan peculiares y preciados, de los acordes del piano, hasta que llegó el atardecer y esos hermosos recuerdos desvanecieron...
Susana E. Irigoite
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