Sutil melodía que llega lejana,
entre las estrellas de una tibia noche,
sueños que giran sin emitir reproche.
Entre nubes claras resplandece,
una figura de sublime esencia,
miro al infinito y mi fervor florece,
al sentir cerca su divina presencia.
Dios lo ha enviado y por qué sabrá,
no existe temor con mi ángel guardián,
el alma de luz y dicha resplandecerá,
y ellas al nuevo sendero me guiarán.
Ángel que me guarda en horas tristes y duras,
cobija y envuelve con inmensa ternura,
en la noche tediosa, vacía y con dudas,
a ÉL clamo por ser digna de su amor y dulzura.
Susana E. Irigoite
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