Tomás

Tomás

Aquella mañana, despertó con la certeza de que ese día sucedería en su vida algo insólito, inesperado… Bebió rápidamente su pocillo de café.  Sabía que tenía mucho para hacer antes de que comenzara a anochecer.

I

Corría el año 1970
Tomás contaba entonces con 17 años. Había terminado recientemente,  sus estudios secundarios. Alto, delgado, de ojos grises y profundos. Cabello castaño y tez color mate. Su rostro mostraba una sonrisa amplia y delicada, que disfrazaba la melancolía de su mirada.
De temperamento inquieto, muy observador de lo que le rodeaba y amante de la justicia. Todo su ser se revelaba ante la información de maldad, de intolerancia o de  abuso de poder,  de cualquier índole que fuere; lo cual hizo que en la escuela,  participara en el Centro de Estudiantes, siendo el líder en todos los grupos.
Una mañana, las corridas sobre la vereda de la casa de sus padres, lo despertaron abruptamente.
El día se mostraba lluvioso y sus padres, como todos los días, habían acudido a sus respectivos trabajos quedando sus hermanos a su cuidado.
Lentamente se dirigió hasta la ventana y observó la calle. Aún  había poco movimiento ya que era muy temprano y nadie transitaba con prisa,  en ese momento.
Volvió a la cama sin hacer ruido para no despertar sobre todo a su hermano menor, que era el más revoltoso.
Sus padres eran jornaleros, muy trabajadores y honestos, pero el dinero no alcanzaba para cubrir las necesidades de la familia, por lo cual, siendo el mayor de seis hermanos creció en un hogar donde reinó el amor pero la estreches económica y la angustia que ésta produce,  estuvieron siempre presentes dejando huellas imborrables en su alma.
Una tarde, cuando el sol ya se estaba ocultando en el horizonte, el más pequeño escuchó un sonido afuera de la precaria vivienda y salió corriendo para ver de qué se trataba.
Pasaron unos segundos  hasta que Tomás se dio cuenta de que el niño había salido de la casa y fue en su busca.
Lo llamó un par de veces pero al no oirlo, comenzó a inquietarse. Sus padres estaban por regresar de sus trabajos.
Tiempo después halló al pequeño jugando muy cerca de un pozo ciego fuera de uso. Trató de no asustarlo y alejarlo lentamente del peligro, alertando a sus padres sobre lo ocurrido.
A pesar de todas las carencias,  era muy feliz  todos los días,  haciendo que sus hermanos y aquellos  que lo rodeaban,  disfrutaran con sus monerías.  Amaba al prójimo y por sobre todo a los niños. Debido a esto es que sus padres siempre le dijeron que tenía aptitudes para trabajar en algún circo.
Una tarde otoñal, con la cara sucia y su ropa desalineada, tocó la puerta del circo que había llegado por esos días a su ciudad.
Fue así que aquella tarde, las autoridades del circo lo recibieron y decidieron probar su capacidad para actuar aceptándolo finalmente, ya que pudieron apreciar los calurosos aplausos recibidos, luego de sus presentaciones.
El dueño del circo se presentó a Tomás como Manuel, tratándolo desde el comienzo como si perteneciera a su familia y en realidad empezó  a serlo,  desde ese instante.

II

Cierta tarde, en el momento justo en que acomodaba sus trajes de payaso en el placar, Luis, el malabarista del circo, entró desde la calle llamando a Tomás.
-¡Tomás!,  preguntaron por vos tres muchachos, les he dicho que estabas ocupado, si deseaban dejarte algo dicho, pero respondieron que no.
-¿Cuánto tiempo ha pasado desde entonces?
-Fue hace instantes –respondió Luis
Sin escuchar más,  Tomás corrió hasta  la ventanilla del tráiler del circo.
-No veo a nadie –dijo Tomás
-¿Eran amigos tuyos? –preguntó Luis
-No lo sé –atinó a decir solamente Tomás, mientras volvía a sus quehaceres.
Un día,  Manuel anunció que partirían a otra localidad y así fue.
Llegó el momento en que debía despedirse de su familia,  ya que al día siguiente se alejaría del lugar.  Con los ojos humedecidos abrazó y besó a sus padres y hermanos,  a los que sabía extrañaría muchísimo, así que prometió regresar de visita,  lo más pronto posible.
Al despuntar el alba,  sentado junto a una de las ventanillas de la camioneta que lo trasladaba, contemplaba  las calles, pensaba en lo que dejaba atrás, y sus ojos volvieron a mojarse.
Poco tiempo después, llegaron a un pueblo donde el único entretenimiento  posible para sus habitantes,  era la llegada de un circo o un parque de diversiones.
Pensó Tomás por ese entonces, que no le era suficiente el trabajo que ya  poseía para colmar sus expectativas,  con respecto a la esencia de la vida. Decidió que debía realizar alguna obra de beneficencia.  Fue así que comenzó a visitar Hospitales, Centros Asistenciales, Geriátricos, Hogares para niños huérfanos, etc.
Cierto día,  al llegar a un Centro Asistencial, previa autorización en recepción, comenzó a recorrer las habitaciones, hallando en una de ellas a una mujer de mediana edad, sumergida en un sueño profundo, con un brazo ligado a la cama por  donde le estaban pasando suero en vena.
Al ingresar al lugar una enfermera, Tomás la interrogó acerca del estado de la dama. Ella le informó entonces que era una señora aquejada por una profunda depresión,  que había tratado de suicidarse.
En ese momento la puerta de la habitación se abrió e ingresó en la misma, una jovencita de rostro angelical, cabello largo dorado como el sol, que le caía onduladamente sobre los hombros. De  contextura física mediana,  y unos ojos verdes  azulados como el mar,  que lo observaban con mirada inquisidora.
Al verla Tomás, quedó perplejo, impávido. La enfermera entonces dijo: “Ella es su sobrina”
-Hola, dijo Tomás
-Hola, respondió la adolescente. Soy Stella
-Y yo, Tomás
La enfermera dio media vuelta y se alejó cerrando tras de sí la puerta.
Tomás estuvo unos minutos en compañía de la jovencita para luego retirarse del lugar.
Stella,  se hallaba cursando sus estudios secundarios y vivía con su tía desde muy pequeña.
Ahora se encontraba por la circunstancia,  viviendo  sola, acudiendo cada día al Centro Asistencial para ver a la mujer, deseando y rogando por su pronta mejoría.
 Unos días después, Tomás retornó al lugar para visitar a la señora volviéndose a encontrar con Stella.  
Luego de unos segundos Tomás preguntó  a la joven por su tía.
-Continúa igual –respondió la adolescente
-Perdona  mi atrevimiento,  puedo preguntarte ¿qué le sucedió? –preguntó Tomás
-Aquella noche -explicó Stella - mi tía Doris regresaba a su domicilio junto a su esposo e hija, luego de haber pasado una agradable velada en casa de unos amigos, cuando al ingresar al inmueble fueron sorprendidos por dos hombres,  quienes se hallaban ya dentro.
Golpearon a los tres brutalmente y tanto mi tía como mi prima,  fueron abusadas  y luego,  atadas  de  manos a las sillas, donde previamente,  las habían arrojado. A mi tío,  lo amordazaron y ataron de pies y manos. Luego de una prolongada búsqueda hallaron  su cuerpo carbonizado en un rincón del comedor, ya que rociaron la vivienda con combustible y todo en un segundo comenzó a arder, según lo expresado por mi tía. Rápidamente,  los delincuentes  huyeron con lo poco que hallaron en la casa sin dejar rastro alguno.
Ella no supo cómo pudo, deshacerse de las ligaduras de sus muñecas y sacar de entre las llamas a la rastra a su hija hasta la calle, tampoco de qué manera,  a pesar de su desesperación,  entró nuevamente a la casa para socorrer a su esposo, aunque el intento fue inútil,  ya que no pudo hacer nada por salvarles la vida.
A partir de entonces,  mi tía entró en un pozo depresivo, del que muy pocas veces pareció recuperarse algo. Pero esta vez fue mucho más allá de lo imaginado…
Cuando Stella concluyó, Tomás prestó atención a aquella mujer valerosa que a pesar de todo,  trató de salvar la vida de su hija y esposo. Miró con detenimiento a esa jovencita,  de ojos enormes que lo miraban esperando una palabra, un gesto.
-Lo lamento muchísimo y quisiera ayudar, pero en este caso, no sé cómo.
-Hay que hablarle aunque esté dormida –dijo Stella- su nombre es Doris.
Durante los días siguientes Stella comentó a Tomás, que su tía en los momentos en que se hallaba mejor, solía llevarla  a parques y circos que llegaban a la localidad  ya que vivían juntas.
Tomás por su parte, le contó que él era casualmente,  el payaso del circo que había llegado por esos días al lugar y que se encontraba haciendo a la vez, obras solidarias como lo era, visitar a ese Centro Asistencial donde conoció a su tía.
Los días transcurrieron y Tomás acudió día tras día, a visitar a la señora Doris para hablarle de su niñez, de momentos vividos junto a sus compañeros en la escuela, de su sentimiento de justicia e igualdad de oportunidades para todos los hombres,  su ingreso al circo, sus actuaciones, la felicidad de los niños…
Cierto día, cuando Tomás comenzó a hablarle a Doris, ésta movió lentamente los párpados, como temiendo a la luz.
Tomás,  tomó la mano de la mujer y como todos los días,  comenzó a hablarle. Ella respondió  abriendo los ojos y el joven en un arrebato de felicidad, se incorporó de la silla donde se hallaba sentado a su lado,  y le besó la frente.
-¿Quién sos? - preguntó ella  con voz apagada.
-Soy Tomás. Trabajo de payaso en el circo que llegó hace unos días a este lugar. Su dueño se llama Manuel. Es muy generoso.  Me ha ayudado mucho tanto a mí,  como a mi familia. Estoy muy feliz  y agradecido.
-Ah…-dijo- y volvió a cerrar los ojos.
Tomás comprendió que debía de estar muy débil. Fue entonces, que decidió dejar la habitación.
Al retirarse, pudo ver que Stella acababa de llegar. Fue en ese momento cuando comprendió que algo especial sentía por aquella joven, a  quien debía decirle que se alejaría de ese pueblo,  junto con el circo  en donde trabajaba.
Se despidió de Stella,  conteniendo sus impulsos,  con un beso en la mejilla y deseándole mucha suerte con su tía. Ella al saludarlo, le dio las gracias por la dedicación y por todo el bien ocasionado a su tía.
Tomás se marchó del lugar, llevándose consigo el recuerdo imborrable de la mirada tierna y el  perfume de la piel de Stella…

III

El tiempo continuó su inexorable curso, entre espectáculos, risas y penas.
Cierto día, ya instalado en otra localidad,  luego de la función, Tomás  se dirigió a su camarín.  Grande fue su sorpresa cuando descubrió que alguien había entrado en él.
Al  ingresar  en el lugar, sus ojos no podían dejar de parpadear. Estaba frente a una joven de mirada vivaz, que lo saludaba impetuosamente.
-¡¡¡Oh Tomy eres increíble!!!!!!¡¡¡Te amo!!!!!!!!
Tomás, se sintió confundido. Jamás pensó hallar a alguien en su camarín, y mucho menos a una joven que con tanto desenfado le confesaba su admiración. Luego del primer momento,  Tomás agradeció los halagos prodigados por la muchacha y la invitó a tomar asiento, mientras él se cambiaba. Así fue que horas más tarde ya eran amigos y comenzaron a narrarse acontecimientos vividos. Ambos compartían los mismos ideales, sentían la misma necesidad de brindarse a los demás y de luchar por lo que creían y sentían, aunque en ese tiempo,  era muy peligroso expresar dichos sentimientos. Las horas transcurrieron con una charla amena, cordial,  hasta que la joven se marchó  prometiendo una nueva visita.

IV

Una tarde de primavera, Tomás  decidió salir de la carpa del  circo para dar una vuelta por
la plaza principal del lugar, antes de la próxima función.
Se hallaba contemplando el jugar de los niños en un tobogán, cuando sintió muy cerca de él la presencia de una adolescente,  quien se presentó como Viviana. Dialogaron un tiempo y luego acordaron reunirse nuevamente.
Manuel había decidido por aquellos días, permanecer más  tiempo en cada lugar,  dado que no se sentía muy bien de salud.
Viviana era jovencita de porte rígido, mirada penetrante y gesto soberbio,  lo que denotaba una personalidad muy insegura, temerosa y con muy poca autoestima. Era hija única y sus padres la colmaron de bienes materiales para mitigar  la falta de afecto hacia ella.  Iba creciendo en un ambiente de lujos y placeres,  pero muy distante de caricias y de cualquier expresión de amor.
Tomás pensó que podría cambiar algunas actitudes de ella al brindarle amor.
Muchos fueron los encuentros, las salidas, los sueños compartidos.  De  esta manera la  relación floreció,  hasta convertirse en romance.
Las jornadas se sucedieron hasta que una tarde soleada de otoño, Tomás salió de las instalaciones del circo, rumbo a la vivienda de unos pequeños, quienes se encontraban enfermos, motivo por el cual sus padres pensaron animarlos con la presencia del payaso Tomy.
Pocos minutos más tarde,  se hallaba tocando timbre en la casa de los niños, sin percatarse de la presencia muy cercana de Viviana, quien estaba oculta detrás de los árboles, espiando cada uno de sus movimientos.
Ella esperó pacientemente y cuando Tomás salió del domicilio, comenzó a perseguirlo de cerca, aunque siempre escondida entre las sombras de la noche.
Tomás caminó en dirección al mercado, cuando en determinado momento y en medio de la noche cerrada, escuchó un ruido cercano. Comenzaba a refrescar mucho, cerró un tanto su saco y continuó su marcha sin dar demasiada importancia al ruido escuchado.
Cerca del comercio al que se dirigía, de entre las sombras, una joven se acercó a él muy nerviosa. Tomás pensó que estaría huyendo de alguien por la forma extraña en que se le aproximó. Obviamente la saludó y cuando la luz del negocio iluminó sus rostros, gritó el nombre de su admiradora -¡Marisa! ¿Qué haces aquí a esta hora?... pero la chiquilina no alcanzó a responder ya que de entre la oscuridad Viviana apareció con un palo en la mano amenazante.
-¡Viviana! ¡Por favor no es lo que vos imaginás. ¡Por favor! ¡Por favor! –gritó Tomás
-¡Hace mucho que lo sospechaba! ¡¡¡Ahora sé que es verdad!!! -dijo Viviana, mientras se aproximaba cada vez más, con el palo en la mano dispuesta a golpear al muchacho y a la jovencita.
-¡¡¡Por favor es un error!!!! .¡¡¡ Estas inventando algo que jamás existió!!! ¡¡¡Solamente en tu cabeza!!!! ¡¡¡No conozco a esta chica!!!!
Al decir esto sabía que estaba mintiendo. Era la joven que había ingresado en su camarín aquella tarde. Ahora, la volvía a ver casualmente, en un estado de muchísimo nerviosismo, por lo que dedujo que esta vez se hallaba en apuros. Quiso ayudarla pero le fue imposible ya que Viviana se aproximó peligrosamente. En un momento dado, con un movimiento rápido, Tomás tomó del brazo a Viviana, arrebatándole el palo que sostenía en sus manos. Ella se lanzó sobre Tomás. Pero la fuerza de éste pudo más y finalmente tuvo que ceder y comenzó a sollozar.
-¡Me has herido en el alma!! ¡Te odio! ¡No quiero volver a verte, nunca más!  Dijo a Tomás llorando.  Mientras tanto, la joven admiradora de Tomás, divisó a un agente de la policía que se aproximaba y emprendió rápidamente la retirada del lugar calle abajo, como si hubiese visto al mismo demonio, mientras un patrullero la seguía de cerca.  Luego Tomy, vio cómo la introdujeron en el vehículo.
A pocos metros, Viviana continuaba gritando y llorando desconsoladamente. Tomás la quiso tomar por el brazo,  pero ella de un tirón lo evitó. Fue así que decidió alejarse del lugar, dejando a Viviana inmersa en las sombras, que ella misma se forjara.
Caminó unas cuadras cuando un patrullero se detuvo. Bajaron dos agentes del mismo obligándolo a elevar los brazos  para palparlo de armas, luego lo introdujeron en el móvil policial. Tomás,  en todo momento trató de que entendieran que él no había  cometido delito alguno, que no sabía por qué lo detenían, pero la policía hizo caso omiso. Lo bajaron en una seccional a golpes, más tarde lo golpearon aún más, encontrándose  en un estado lamentable. Pedían les brindara información  de la que Tomás no tenía idea alguna; por lo cual las golpizas y las  torturas  se continuaron por varios días para luego ser trasladado, encapuchado,  a otros lugares.
El día de la detención de Tomás, al no ver que regresaba del comercio al cual había ido,  Manuel, sospechó que algo le había sucedido al muchacho, más  aún  conociendo a Tomás y viviendo aquella época. Pudo saber por Viviana, quien presenció la escena, lo que le había sucedido a Tomás. Trató de que las cosas cambiaran para el joven, pero todo esfuerzo fue inútil. A pesar de su dolor, continuó con el circo, aunque sin su  payaso,  ya no era el mismo. Dio aviso de lo que ocurría a la familia de Tomás al que visitó, siempre que las autoridades y su trabajo se lo permitieron. Sus padres y hermanos también hicieron lo propio,  con dolor e indignación por lo sucedido.
Tomás en su celda; en sus noches de insomnio, pensó en Marisa. Aquella joven con quien habló tantas horas  en su camarín. En los pensamientos que compartieron aquella tarde. En esa muchachita que ahora lo convertía en sospechoso para las autoridades. No obstante, no se arrepentía de aquellos momentos vividos y jamás a pesar de los tormentos,  mencionaría su nombre. Los golpes y tormentos se continuaron por mucho tiempo.
Cierto día, cuando ya no le quedaban  fuerzas físicas ni morales, un comisario le comunicó que quedaba en libertad. Nunca supo  por qué  lo detuvieron, ni que sucedió  para que lo liberaran. Pero se sintió feliz de estar nuevamente en la calle. Fue sin sentido lo que le ocurrió y quiso olvidarlo pronto, pero esas heridas no cierran  jamás. A eso lo comprendió tiempo después.

V

Se encaminó bajo el sol radiante hacia la casa de sus padres. Durante el viaje recorrió rápidamente los acontecimientos vividos y con tristeza en el alma trató  de pensar en volver al lugar donde había sido muy feliz, el circo;  pero antes,  deseaba volver a estar con los suyos, abrazándolos y besándolos, con la sensación que da el estar en libertad.
Así fue, que tiempo más tarde, luego de visitar a sus padres y hermanos, se hallaba tocado la puerta del circo. Con gran alegría y emoción fue recibido por su empleador y compañeros.
-¡Llegaste justo! Le comentó Manuel,  visiblemente emocionado –mañana partiremos  a otra localidad.
-¡Qué suerte la mía! - respondió Tomás.
Durante la madrugada siguiente, el circo emprendía una vez más, la retirada.
Tomás, continuó con su labor sin olvidar a la joven que visitó su camarín, de quien nunca más tuvo noticias, ni a Stella, de quien mantenía  vívido el recuerdo. Sabía por su tía Doris, quien  había sido dada de alta y había regresado al sur donde residía desde hacía un tiempo,  que Stella se hallaba de novia,  con alguien de un elevado estatus social.
Además que, había continuado  con sus estudios, obteniendo el título de ingeniera.
En la vida de la joven ocurrió que cierto  día, durante el transcurso de una reunión de la Empresa, en la cual trabajaba;  conoció a uno de sus Gerentes.
Elegante, delicado, y por sobre todas las cosas muy seductor. Se acercó a Stella e hizo todo lo posible para llamarle la atención. Así fue que llegó primero el compañerismo,  la amistad entre ellos y luego nació el amor.
 La relación entre ambos fue excelente hasta ese día,  que había sido de muchísimo trabajo, realmente agotador y al llegar a su casa, luego de acomodar cada cosa en su lugar y cuando se disponía a darse una ducha, escuchó la llamada del teléfono.
-Hola, si, ¿Quién habla? ¿Quién es usted? ¿Qué sabe de mi novio? ¿Cómo se atreve?
La voz le dijo “Señorita, quiero comunicarle, como yo a usted la conozco y deseo que tenga a su lado alguien que realmente la merezca, que su novio está asociado a personas de mala reputación, es un estafador y no solamente chantajea a otros sino que lo hace con Ud. también ya que tiene esposa e hijos. Si quiere puede  enojarse ahora conmigo y  no creerme, pero le estoy diciendo la verdad.
Luego de decir esto último, quien realizó la llamada, cortó la comunicación.
Stella, se tiró en un sillón desconsolada, con su rostro bañado en lágrimas.
Todo se derrumbaba ante ella. Aquellos sueños compartidos, las ilusiones de una vida juntos llegaban a su fin.
Al cabo de unos minutos se dirigió a darse la ducha, pensando en la manera de encarar el problema y darle solución.
Pasó  el tiempo y lentamente fueron cicatrizando las heridas producidas por el desengaño. Ciertamente,  todo cuanto aquel desconocido le había informado era real,  así que debía olvidar, era lo mejor…
Súbitamente y sin saber por qué, recordó a Tomás y sintió que su día cambiaba.
La vida continuó su curso y Stella inició un nuevo trabajo en otra empresa. Conoció mucha gente que la ayudó a superar el pasado y volver a sonreír, pero no quiso comprometerse emocionalmente con nadie.

VI

El tiempo fue transcurriendo entre risas, aplausos,  y pesares.
Un día, Tomás se hallaba en su camarín cuando su compañero Luis lo llamó pues había recibido una llamada. Tomás atendió y habló luego con su colega.
Durante la tarde  el tiempo se mantuvo lluvioso y el aeroparque estaba repleto de gente que iba y venía con su equipaje.
Nervioso y expectante, consultó una vez más su reloj y encendió un cigarrillo.
Minutos más tarde, escuchó por el altavoz que en segundos partiría su avión. Tomó sus maletas y esperó el momento de ingresar en el mismo. Estando ya en el transporte, buscó su asiento,  después, alguien se le aproximó y preguntó:
-¿Un café?
-Sí, gracias –respondió Tomás.
Cuando la azafata regresó con el café, se hallaba absorto, imbuido en sus pensamientos…
Aquella mañana sabía que algo inesperado le ocurriría.
Se encontraba viajando hacia el Sur, ya que aquella mujer a quien ayudó en el Centro Asistencial, lo había citado  pues tenía que comunicarle algo muy importante.
Recordó una vez más a Stella, su hermosa sobrina, y se erizó su piel. Aquellos ojos, el perfume de su piel, su voz, jamás fueron olvidados por Tomás. “¿Pero ahora?, ¿Qué tendría que decirle aquella mujer, a quien casi sin vida le habló e hizo recuperar el aliento?
Estaba cavilando en eso cuando anunciaron el aterrizaje.
Minutos más tarde se hallaba camino a la casa de Doris.
La vivienda tenía una fachada sencilla.
Tomás pudo prestar atención a que contaba con un parque amplio y prolijamente cuidado; además con un sendero que conducía a la puerta principal, donde no faltaban las rosas ni los jazmines esparciendo su aroma por doquier.
Llamó a la puerta principal, donde fue recibido por Doris con un abrazo cariñoso e invitándolo a pasar.
Mantuvieron una conversación muy amena en el living de la casa, durante la cual la mujer agradeció la dedicación de Tomy, para lograr la recuperación de su salud.
En determinado momento, mientras bebían una taza de café, Doris levantó la vista y le dijo a Tomás:
-Debo confiarte algo  que aún no he hablado con mi sobrina Stella.
Cuando ella contaba tan sólo con dos meses  de vida, su madre que era equilibrista del circo, tuvo un accidente en el que perdió la vida. Desde ese momento, su padre, quien era el esposo y dueño de ese circo, la dejó a mi cuidado, ya que él no podía hacerse cargo de la pequeña  dada su situación. Así fue que yo la crié. Su padre la venía a ver cada tanto tiempo y me ayudaba con los gastos.
Yo llevaba a Stella a todos los circos y parques que llegaban al pueblo y ella disfrutaba del espectáculo.
Hace unos pocos días me enteré de que tu empleador es casualmente ¡el padre de Stella!
En ese momento se entreabrió la puerta y con ojos grandes y asombrados ingresó en el living, Stella. Había escuchado el final de la conversación.
-Entra –dijo Doris-estoy conversando con Tomás. ¿Lo recuerdas verdad?
-Sí, por supuesto-respondió Stella –Tomás.
Ambos se miraron con ternura.  Recordaban aquella despedida y la tristeza de no saber si volverían a encontrarse alguna vez…
-Habrás oído acerca de tu padre y el lugar donde Tomy trabaja.
-Sí, así es
-Yo supe que trabajabas en el circo de Manuel -dijo a Tomás-desde el día en que en el Sanatorio comenzaste a hablarme de tu trabajo en un circo. De la relación casi familiar con tu empleador que se llamaba Manuel.
Luego, cuando me hablaste de tu amor al trabajo que realizas, de tu entrega al público en cada una de tus actuaciones, tal como lo hacía mi hermana…eso me hizo pensar en Stella, en la importancia que para ella tenía mi vida. Que debía vivir para guiarla, acompañarla un poco más.
Se hizo silencio por un breve lapso de tiempo.
Luego, Doris miró a Stella con infinita ternura y extendió sus brazos mientras le decía
-Sí mi amor, por vos volví a la vida y gracias a la ayuda de este joven que me acompañó en mi agonía, ¡jamás podré agradecer  todo lo que hizo por mí!
Stella dirigió sus pasos hacia su tía y se estrecharon en un fuerte abrazo. Hicieron silencio por breves minutos, luego Doris continuó diciendo
-Manuel no se encuentra bien de salud, le han detectado que padece miastenia gravis. Esta enfermedad  le impedirá en poco tiempo,  continuar con el circo, por lo que pensamos ofrecerte la dirección del mismo a vos Tomás, por haber demostrado durante todos estos años, que sos responsable, que amas y disfrutas de tu trabajo.
-Señora Doris, sabe Ud. Lo orgulloso que me siento al oírle decir esto, pero no sé si realmente estoy preparado para desempeñar dicha función.
-¡Oh, sí lo estás! -Dijo Doris-
En ese momento se volvió a abrir la puerta del living, e ingresó en él, Manuel.
-Pasa Manuel, pasa –dijo Doris –estaba diciendo a Tomás el motivo por el cual lo llamé.
-Y bien –dijo Manuel  a Tomás, supongo que habrás aceptado la propuesta…
-Señor, no sabría decir si estoy en condiciones de asumir tamaña responsabilidad, sabe Ud. que el circo es mi vida y jamás querría sucumbiera a causa mía.
-Sé que todo irá bien quedando en tus manos, es por eso que decidimos decírtelo.
-Muchísimas gracias por la confianza. Haré de mi parte todo cuanto esté a mi alcance para que así sea.
-En cuanto a vos Stella –dijo Doris- queríamos decirte que tu padre y yo nos iremos juntos a recorrer el mundo y pensé en dejarte esta casa-y mirando a Tomás-quizá la disfruten…
Tomás y Stella se miraron y sonrieron. Ambos sabían que Doris y Manuel ya habían descubierto lo que sentían el uno por el otro, a pesar de que nunca lo habían confesado. Stella, caminó hacia su padre y lo abrazó. Hacía unos meses que no lo veía y lo notó más delgado.
-Gracias papá por lo que me diste, por ocuparte de que no me faltase nada, por ayudarme para que hoy sea lo que  soy.
-Eso y mucho más te hubiera dado de haber podido –dijo Manuel emocionado.
-Bueno, opinó Tomás, la responsabilidad que hoy tenemos cada uno, hace pensar que ahora todo depende de nosotros, para que esta nueva oportunidad que la vida nos brinda,  sea  bien aprovechada.
Todos asintieron con lo expresado por el joven. Luego cenaron y Tomás anunció que debía despedirse,  ya que tenía que hacerse cargo de la dirección del circo a partir de ese momento.
Después  de saludar a Doris y a Manuel, quedando con ellos, en reunirse nuevamente para ultimar detalles,  se dirigió hasta la puerta de entrada donde fue acompañado por Stella
-Stella-dijo Tomás- necesito hablarte
-No digas nada Tomy. Sos demasiado transparente como para no saber lo que pasa por tu mente, tus ojos ya me lo dijeron. Yo también te amo y creo que fue,  desde que vi como tratabas y cuidabas a tía Doris. Tu alegría, tu amor  a los demás, tu bondad, tu mirada, tu sonrisa…
-Quiero poder demostrarte cuánto te siento y necesito, siempre estuviste conmigo,  jamás te olvidé. Quiero estar a tu lado para siempre –dijo Tomás
-Yo también lo deseo con todo mi corazón -respondió Stella-pero debemos tener paciencia y esperar a que llegue  el momento.
Luego, Tomás la  atrajo hacia sí y besó tiernamente. Minutos después de brindarse demostraciones del amor que ambos se profesaban  y tratando de disimular su desazón por aquella partida,  lentamente se fue alejando por la calle,  ya vacía, en dirección al aeroparque. Cuando lo hacía, observó que la Policía corría a pie a una joven. Pensó en Marisa, pero inmediatamente la apartó de su mente. El viento tarareaba una melodía y sonrió recordando lo hablado aquella tarde  y por la timidez de Stella en la despedida. Se iba de esa casa, muy feliz.    


VII

Cierta mañana cuando se hallaba Tomás desayunando, recibió el llamado angustiado de Stella,  pidiéndole por favor viajara en el primer vuelo que tuviera hasta donde ella vivía. Tomás se responsabilizó a hacerlo dejando a cargo a Luis, su compañero y amigo.
A media tarde se hallaba frente a la casa de Stella.
Tocó la puerta de la vivienda y lo recibió Stella con el rostro desencajado, quien se arrojó  sin vacilar a sus brazos,  sollozando.
-¿Qué ocurrió mi amor? preguntó Tomás
-Te llamé pues tía Doris me ha dicho algo que necesitaba confiarte -dijo la joven-
Se trata de mis padres. El médico le dijo a mi tía, que la salud de papá es delicada, que tendrá que hacer tratamientos y cuidarse mucho,  para mejorar. Además, me hizo saber, que a partir de la ausencia de mi madre, ya no se cuidó y dejó de ser la persona alegre que era. La indignación que le causó su muerte, fue muy grande ya que se produjo, a raíz de un disgusto que tuvo con mi abuelo.
Dice Doris, que mi abuelo siempre castigó y maltrató de todas las formas posibles a mi madre. Desde muy jovencita comenzó con medicación a causa de ello, y ese día había sido agredida por mi abuelo en presencia de mi padre, ante lo que éste último,  reaccionó tomándose a puños con el viejo. Fue entonces que ella aquella noche, antes de actuar duplicó la dosis de sedantes, lo que ocasionó que haciendo acrobacia,  sucumbiera su equilibrio y cayera desde lo alto,  perdiendo la vida en forma instantánea.
El joven abrazó muy fuerte a Stella y la besó con dulzura.
Pasaron unas horas juntos hasta que ella se sintió más tranquila. Doris se hallaba en la casa pero se mantuvo lejos de los jóvenes para que éstos hablaran y se prodigaran todas las muestras de amor,  que por tanto tiempo habían sido contenidas.
Luego, Tomás tuvo que decirle a Stella que debía marcharse, prometiendo que muy pronto regresaría con el circo hasta ese lugar, para ultimar detalles de la boda. Ella, asintió complacida,  aunque con cierto pesar por la reiterada ausencia.

VIII

 De regreso en el avión, ya acomodado  en una butaca, Tomás reflexionó acerca de lo  que la vida le ofrecía, era  una revancha por todos los pesares sufridos  y  la posibilidad de ser completamente dichoso  y envejecer junto a su amada,  siendo el  director de ese circo tan querido, y artífice de su destino. Por otra parte recapacitó,  que Doris y Manuel  tenían la misma oportunidad desde ese momento.
 La brisa de la noche rozó su rostro. Imaginó una  caricia de Stella. Pensando en un futuro venturoso, cerró sus ojos y se durmió plácidamente…



Susana E. Irigoite

FIN

Sobre SUSANA IRIGOITE

Docente y Escritora de la localidad de Ranchos partido de General Paz. Bienvenidos a mi blog. No olviden dejar su comentario. Siempre es un placer leerlos.
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