Acunando candorosos sueños,
junto a su madre tejía,
los silencios eran sus dueños,
que conjuraban en letanía.
La niña que a un pequeño bote de papel,
subió todas sus ansias e ilusiones,
modelando cada uno con brillos y cincel,
regalando mil poesías y canciones.
Esa niña se durmió tan pronto!
cubierta por hojas de otoño resecas,
a las que un viento pertinaz y tonto,
arrastró sin entender nada de muñecas.
Hoy es mi niña mi mudo testigo,
la abrazo, aprieto y también abrigo,
no quiero que partas ahora le digo,
y cuando lo hagas llevarme contigo...
Susana E. Irigoite
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