Palabras que en el silencio danzan,
aquellas dichas para brindar aliento,
para mitigar un intenso sufrimiento.
Su dolor no encuentra consuelo,
llora, gime, se torna irascible,
la imagen de su niño la tiene en velo,
solo sus caricias lo harían posible.
Alerta la terrible angustia y soledad,
un deseo anclado impedido de surgir,
su mundo gira con inmensa ansiedad,
y al sutil y débil eje hace crujir.
El tiempo transcurre indolente,
en el árbol exhausto florece la confianza,
su hijo a la vida retorna lentamente,
y en su vida resplandece la esperanza...
Susana E. Irigoite
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