indicaba sin parar la hora,
el paso del tiempo marcaba,
donde el todo se convertía en nada.
El tiempo impávido y limitado,
en el que transitamos cada instante,
ese que no regresará y es ignorado,
el que en nosotros se mantiene ausente.
Ahora, mi pluma se desliza indiferente,
ante un torbellino de ideas que danzan,
sobre este papel que yace inerte,
esperando respuestas que no alcanzan.
Un tiempo sin luz y con apatía,
rondaba en el silencio de la noche,
un calendario que su vuelo emprendía,
dejando tras de si, algún reproche.
El reloj implacable la hora marcaba,
hora sin vida, desvanecida, olvidada,
la de cada instante que se marchaba,
queriendo retener el final que presagiaba...
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