Aquel atardecer fue imborrrable,
gente aturdida sin rumbo corría,
el atropello perpetrado inexplicable,
a un pueblo que reclamaba y en ellos creía.
Golpes y balas de goma a los manifestantes,
rostros contraídos y horrorizados,
ante esta barbarie por ideales distantes,
por métodos ya abolidos.
No existía explicación que justificara,
tanta miseria humana,
toda una sociedad temerosa e inestable,
frente a una realidad que tanto dolor causaba.
Fueron aquellos años de triste experiencia,
la que hoy nos brinda la fuerza y razón,
para luchar con más empuje y consciencia,
por los Derechos de Justicia y Bienestar de la Población.
Era una juventud con ideales precisos,
compromiso con sueños valiosos,
con Derechos Humanos no vulnerables.
Sin olvidar el nefasto pasado,
se siguen tejiendo ilusiones,
la vida continúa con su andar apresurado,
hilando a cada paso renovadas emociones...
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