Como vendaval imprevisible,
tempestad que arrecia,
llega a mi vida apacible,
Dulce amanecer presiento,
al contacto con su cercanía,
calor que me recorre y siento,
como en una letanía.
Su esencia vigoriza mis sentidos,
nuevamente surge de un ayer,
bajo el embrujo de sus latidos,
sutilmente vuelvo a renacer.
Silencio que habita,
en lo más distante,
el ser que a amar incita,
en la vaguedad de un instante.
Amor sin tiempo ni medida,
el que mañana no tiene,
que me exalta y mantiene erguida,
cuando el bullicio se detiene...
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