cómplice silente del encuentro,
una mirada tierna y errante,
suspiro emergiendo desde adentro.
El paisaje renovó colores,
contemplando de sus gestos el dulzor,
envuelto en armoniosos candores,
entre palabras y muestras de amor.
Noche clara, lasciva y esquiva,
eco al unísono de un clamor,
sombra que pasea sin que se persiva,
cobija con sutil resplandor.
Dos siluetas en la oscuridad,
danzando entre nubes proclaman,
en el abismo de la eternidad,
que enajenadas del mundo se aman...
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