sobre mi caen gotas condensadas,
exacerban mi alma ya desconsolada,
falta de caricias y ausencias prolongadas.
Quisiera mil cosas decir,
pero mordiéndome las callaré,
para no llorar, para sonreír,
y en nuevos sueños me arroparé.
Noches compañeras de desvelos y sombras,
de quietud que corroe mi ser,
giran en espiral aquellas palabras,
de donde emergió mi mudo creer.
Solitaria y mustia esperanza,
en tinieblas mi alma se pierde,
desposeída de toda confianza,
la vida al averno desciende.
Mi tren dulcemente transita,
sobre el último carril regreso,
perdura aquella presencia exquisita,
que calma la ausencia de exceso.
Hay una carta que nunca enviaré,
no tiene remitente ni destinatario,
es solo un ensueño al cual extrañaré,
en el desvarío de un algo imaginario...
Susana E. Irigoite
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