en la solitaria lejanía,
doy gracias a Dios por estar,
ser vital y sentir alegría.
El horizonte trasciende,
la distante e intensa letanía,
el amanecer se enciende,
saludando al luminoso día.
Hay tiempos que recorremos,
explorando sin saber dónde,
con denuedo lo que queremos,
sin hallar lo que se esconde.
Por vivir doy gracias,
cada día en plenitud,
con renovadas ansias,
que dilatan mi juventud...
Susana E. Irigoite
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