Una carita sucia y ojitos vivaces,
que a mi corazón desborda de ternura,
le hablo, sonríe repitiendo frases,
su presencia alegra, es todo dulzura.
Su alma de niño divaga añorando,
lo que día a día sueña en silencio,
lo que la vida brinda y no tiene precio.
El niño deambula en solitario,
un viento brioso detiene su andar,
dando vueltas a un calendario,
que a su dolor parece ignorar.
Silencio de voces ronda mis sentidos,
el niño de pronto se encuentra dormido,
en el aire flotan los momentos idos,
de la fantasía, lo audaz y temido.
El niño travieso en joven se ha convertido,
y decidió alejarse cobijándose entre estrellas,
dejando atrás sueños quizá sin sentido,
junto a la ternura e ilusiones bellas...
Susana E. Irigoite
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