Cuántas madrugadas divago,
evado en el silencio su voz,
el tiempo y su prisa hace estrago,
de ese sonido que irrumpe feróz.
Obstinado aquel pasado,
resuena con su eco cansado,
con trémulas fuerzas busca abrigo,
cuando el navío ya ha partido.
El cielo se viste de gris,
quizá responde con tristeza,
es tarde para cambiar de matíz,
menos preguntas y mayores certezas.
Cúantos ruegos lanzados al aire,
súplicas silenciosas para olvidar,
intentos fallidos de nuevos despertares,
dejando atrás el vanal soñar...
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