Camina sin rumbo lentamente,
la vida le golpeó muy fuerte,
recorre su realidad silente,
destino cruel que le marcó la frente.
duendes agazapados esperan su reposo,
cimentan con denuedo sus maléficas obras,
en un interminable vacío doloroso.
Desde lo más profundo del abismo,
a veces parece que quisiera regresar,
pero es tan solo un espejismo,
un añorado deseo al ver su pesar.
Las hojas del otoño resecas volaron,
quedaron soñando en el andén,
sus mejores años también se esfumaron,
junto a la partida en aquel trágico tren...
Susana E. Irigoite
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