CUENTO



Nobleza cautiva


Así como en Europa se produjeron revueltas populares entre los años 1800- 1900, en nuestro país también sucedieron hechos similares.
Por aquellos años, la Provincia de La Rioja era la más pobre de todas las provincias de Argentina. Su presupuesto no alcanzaba para cubrir los gastos de sueldos, por tal motivo necesitaba de los recursos de Buenos Aires que contaba con el monopolio del impuesto del puerto.
Es de esta manera que nos encontramos con el enfrentamiento por un lado de los Unitarios que querían el dominio de Buenos Aires sobre las provincias y  los Federales que luchaban por su liberación y autonomía. El foco de resistencia de los Riojanos fue la soberanía de la Provincia.
Los caudillos eran en su mayoría hacendados, estancieros, que tenían a su cargo grupos armados que respondían a las órdenes de su líder.
Entre estos caudillos se encontraba Ángel Vicente Peñaloza “El Chacho”, quien  desde edad muy temprana se sumó a  las filas que  ordenaba Facundo Quiroga.


Corría el año 1800
Una llovizna pertinaz  caía incesante sobre la ciudad de Malanzán, al sur de la actual provincia de La Rioja, cuando el sacerdote Pedro Vicente Peñaloza, hacía oír su llamado.
-¡Chacho! ¡Chacho! Vení,  ayudame a sostener esta madera.
Pasados unos segundos el muchacho se hallaba a su lado.
-Sí tío, acá estoy –respondió Ángel Peñaloza.
El joven respondía al llamado de “Chacho” pues así abreviaba su tío abuelo la palabra “muchacho”  tal como se lo conociera más tarde.
Nació en Malanzán, al sur de la actual Provincia de la Rioja.
El tiempo fue transcurriendo mientras el joven compartía jornadas intensas junto al sacerdote, escuchándolo y aprendiendo de él,  hasta el triste día en que su vida se apagó.
Aquella tarde,  “Chacho” no se apartó del lado del sacerdote. Se  había convertido entonces en un hombre alto, delgado, de ojos azules, tez blanca y cabello rubio. Era poseedor de temperamento fuerte, pero muy generoso.
Peñaloza pudo haber escogido continuar con lo aprendido de su tío abuelo, pero prefirió actuar en las milicias junto a Facundo Quiroga.
En 1822 contrajo enlace con Victoria Romero de Orihuela, quien además de esposa fue compañera y confidente de Peñaloza.
Tiempo después nació la primera de sus dos hijas a quien dieron el nombre de María Josefa Peñaloza, luego en 1827 llegó su segunda hija a la que llamaron Ecolástica Peñaloza.
Luego del asesinato de Facundo Quiroga en 1836 Peñaloza formó su propio ejército al que lo denominó sus montoneras. Eran gauchos que estaban bajo su mando.

Cierta mañana, Victoria cuando despertó notó la ausencia de su marido. Inmediatamente imaginó lo sucedido. Sin pérdida de tiempo organizó su partida para acompañar a su esposo.
Habló con una prima para que cuidara de sus hijas mientras ella se ausentaba y preparó su caballo y alforja.
Sabía donde hallar a su compañero. Le había confiado sus planes y ella  iba en esa dirección.
Salió de su rancho cuando aún estaba amaneciendo. Su caballo emprendió el viaje a todo galope. El viento le golpeaba el rostro y el polvo del camino lastimaba sus ojos, pero tenía una meta y hacia ella se encaminaba.
Al llegar el grupo de hombres la recibió con respeto y alegría. Había arribado al lugar “La Chacha”, tal como la llamaban ellos.
Así fue que organizó junto al “Chacho” a la montonera luchando y triunfando en la batalla de “El Tala” y “La Ciudadela”
Victoria,  en el grupo era un soldado más combatiendo, conocía muy bien a su esposo y sabía que jamás dejaría de luchar por el bien de su Patria, por ese motivo siempre quiso seguir sus pasos ayudándolo.
Una tarde, luego de permanecer apenas unas horas en su rancho en Olta, Peñaloza miró a Victoria y le dijo –Por favor mujer cuidá de las niñas, yo pronto voy a regresar. No quieras seguirme, esperame que voy a volver para estar junto a ustedes.
Victoria,  lo miró con los ojos mojados pero entendió lo que le había dicho, no obstante cuando a solas quedó, comenzó a pensar en arreglárselas para ir detrás de su marido.
En medio de tantas luchas, en donde se perdieron vidas, paralelamente continuaron nuevos acontecimientos en la familia Peñaloza.
Así fue que en 1847 Escolástica Peñaloza celebraba su boda con Pedro Capurro.

El “Chacho” continuó combatiendo desafiando los vientos, las lluvias, el frío y el calor resultando triunfador en Córdoba, San Luis, Catamarca, e incluso depuso al  gobernador riojano. El fragor de la batalla continuó y sus gauchos al caer prisioneros fueron fusilados.
Sucedió entonces que Peñaloza huyó a los Llanos y de ahí  al norte hasta los Andes.
Una noche de 1863, Victoria, fue a su habitación, para introducirse en la cama rendida luego de un día intenso, y cuando esto aconteció tuvo una pesadilla.
Luego de un tiempo se alejó de su rancho en busca de su esposo.
El sueño le había proporcionado una señal. Ella ahora debía seguirla.
Se dirigió entonces a los Andes, una tormenta arreciaba en las cumbres. Tuvo que envolver sus pies con cuero para que el hielo  no los lastimara ni entumeciera. Cubrió su cuerpo del viento y la nieve.
Tiempo después lo halló bajando la pendiente de la montaña junto a su gente.
-¡Victoria! ¡No quiero que vengas!
-¡Vine a colaborar otra vez! ¡Yo seré una más!
-¡No debiste venir! ¡Es muy peligroso! –dijo Peñaloza a su mujer.
-¡Ya lo sé! ¡Deseo estar aquí! -Le respondió ella.
Frente a la decisión de su mujer,  Ángel Peñaloza no pudo seguir discutiendo por lo que prosiguió su viaje hasta llegar a los Llanos reorganizando su montonera ayudado por Victoria. Muchos de sus gauchos habían sucumbido entre el hielo de la cordillera, a otros debieron amputarles las piernas, era momento de decisiones y la “Chacha” estaba de pié ayudando a su compañero.
Al  haber llegado al pie de la cordillera, continuaron viaje.             
Cautelosamente se fue  abriendo paso entre el monte de algarrobo la montonera a cargo de Ángel Vicente Peñaloza.
Al tiempo de andar, divisaron a lo lejos un arroyo, cuyas aguas se mecían suavemente.
Peñaloza hizo que sus hombres se detuvieran y avanzó solo unos metros.
De pronto un pájaro voló emitiendo un sonido agudo y al instante se vio  rodeado de indios que lo cercaron.
Al darse cuenta sus hombres de lo ocurrido, se lanzaron al combate con bravura y coraje.
Luego de un enfrentamiento encarnizado donde se perdieron vidas de ambos lados, el “Chacho” y sus montoneras continuaron su viaje, mientras las aguas del arroyo teñidas de color púrpura, habían perdido su calma y  golpeaban contra la orilla provocando oleada.
-Victoria, regresa al rancho, no sigas conmigo.
-¡Deseo estar aquí, ayudando en todo lo que me sea posible!
En ese momento Peñaloza impostó la voz y enfrentó a su esposa.
-¡Digo que regreses al rancho! ¡Por favor mujer te lo estoy ordenando! ¡No podés seguir!
Supo entonces la señora, que debía obedecer a pesar de su deseo de seguir a su marido.
-Está bien, me retiro…
Así fue que Victoria se alejó en su caballo rumbo a su rancho en Olta.

Peñaloza prosiguió su viaje hasta invadir San Juan.
No contaba con lanzas, pero sus soldados habían clavado clavos en los extremos de palos de algarrobo. No tenían artillería pero junto a sus montoneras habían fabricado cañones con cuero que disparaban piedras en lugar de metralla.
Luchando cuerpo a cuerpo  y con total valentía sus gauchos fueron abatidos siendo atravesados por lanzas enemigas, pero esto no impidió que casi tomara la Capital pero el Coronel Irrazábal  lo derrotó en” Los Gigantes” y persiguió hasta Los Llanos.

Caía la tarde, el sol aún brillaba en el horizonte y los pájaros todavía no habían regresado a sus nidos, cuando Ángel Vicente Peñaloza llegó a su rancho exhausto, en la ciudad de Olta.
-¡Chacho! ¡Al fin has vuelto a casa! –dijo Victoria al verlo.
-¡Las cosas están muy mal Victoria! Me andan persiguiendo y vos lo sabés muy bien…
-Ya lo sé, ¿Te parece que este es un lugar seguro?
-No lo es… pero deseaba estar acá en  mi rancho con vos…
Victoria abrazó a su esposo y acarició su rostro. Vio al gaucho valeroso, cansado abatido y nervioso. Con el rostro contraído.
Fue hasta la cocina y preparó unos mates mientras se hacía la cena.
Peñaloza había ido hasta la cocina y cuando se disponía a tomar asiento ingresó de repente en el lugar el Comandante Ricardo Vera, enviado por el Coronel Irrazábal  quien lo había vencido en “Los Gigantes”
Ángel Peñaloza sin oponer resistencia, entregó el puñal. Única arma con la que contaba. Luego el Comandante Vera se retiró.
Pasó un tiempo y como a la hora irrumpió en el rancho del “Chacho”, el Coronel Irrázabal quien sin decir una sola palabra, lo atravesó con su lanza, luego,  ordenó a sus soldados acribillara a balazos el cuerpo del gaucho.
Inmediatamente Irrazábal dio la orden de que decapitaran a Peñaloza y cercenaran una de sus orejas.
Paso siguiente, colocaron su cabeza clavada a un clavo en un poste, para exhibirla en la Plaza Mayor de San Juan durante ocho días.
Esto ocurrió el 12 de noviembre de 1863 y fue presenciado por su esposa quien con ojos llenos de horror y espanto sentía la impotencia de no poder ayudar esta vez,  a su compañero.
Una tarde gris, a la que le sucedieron muchas más, Victoria Romero fue obligada a barrer la Plaza Mayor de San Juan,  atados sus pies a  piedras y mirando atónita la cabeza pendiente de un clavo del que fuera su valeroso, heroico y generoso esposo.
Poco tiempo después la mujer sucumbió ante tanta barbarie y persecución.

FIN


Bibliografía:
Wikipedia: Enciclopedia libre.
 José Hernández: “Chacho”
Félix Luna: “Los caudillos”
Patricio Fontana: Una tanatografía del bandido: Sarmiento y el “Chacho” Peñaloza.
Documento completo PDF: Biografías del “Chacho”
Domingo F. Sarmiento: El “Chacho”-Último caudillo de la montonera de los Llanos.
Monografías.com: El caudillismo argentino del siglo XIX  

  
Susana E. Irigoite

Sobre SUSANA IRIGOITE

Docente y Escritora de la localidad de Ranchos partido de General Paz. Bienvenidos a mi blog. No olviden dejar su comentario. Siempre es un placer leerlos.
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