Ensueño de fragancias y colores

Se alejaba la tarde, cubriendo de sombras el casco de la estancia.
Era éste, un lugar cómodo, amplio. El aroma a azahares, jazmines y rosas se confundían, dando al lugar, un aroma exquisito.
Todo era armónico, hasta el momento en que ella aparecía, con su risa siniestra…

I

Apenas despuntaba el día. Los rayos del sol comenzaban a filtrarse con timidez, por la ventana del  cuarto de Katy.
Controló su reloj, era ya tarde. Saltó de la cama y se calzó los pantalones y las botas de montar.
Se hallaba vacacionando en la estancia de su tía Antonia. Su trabajo como odontóloga la absorbía, durante todo el año.
Se dirigió hacia el baño, donde alisó su cabello negro, largo hasta la cintura. Miró su cuerpo reflejado en el espejo y se gustó.
Tenía 23 años, una estatura mediana y contextura física menuda. Piel mate y ojos grandes de color verde, enmarcados por largas y arqueadas pestañas.
Creció colmada de amor, cuidados, juguetes y todo cuanto un niño puede necesitar y desear para desarrollarse de manera feliz.
Siendo hija única, sus padres, le ofrecieron todo el caudal de amor que poseían y una gran carga que llevaría con ella; toda la vida.
Ahora se había convertido en una hermosa amazona.
Giró un tanto y se retiró del lugar, para ir a desayunar y luego, buscar a su caballo para hacer su recorrido matinal.
Descendió por las escaleras hasta el living, donde la esperaba su tía Antonia.
Compartieron el desayuno y Katy se retiró. Fue hasta el establo en busca de su compañero de paseo.

II
  
Antonia, era una mujer soltera, de unos 50 años. Elegante, delgada, alta, de temperamento fuerte, pero muy insegura.
De pequeña vio en sus padres una dedicación muy especial hacia su hermana Celestina, por lo cual, luchó siempre por ser tenida en cuenta. Todo intento fue en vano, ya que Celestina continuó siendo la más bella, la más inteligente, la más capaz…la más en todo.
Quedó soltera, para cuidar de sus abuelos primero, y a sus padres, más tarde.
Sus abuelos, le regalaron como recompensa, la estancia donde vive desde entonces.

III

Katy, montó y comenzó a recorrer el campo.
El aroma a pasto verde y húmedo por el rocío, el trinar de los pájaros, la brisa que acariciaba sus mejillas, todo resultaba hermoso…
De pronto, divisó a alguien que esperaba su paso de pie, a la vera del sendero.
Era Darío, el hijo del dueño de la estancia vecina.
Era éste, un joven agradable, jovial, sencillo, abogado prestigioso de estatura mediana, cabello y ojos castaños, los cuales hacían resaltar su piel blanca.
A Katy le agradaba hablar con él.
Conversaron de temas comunes a ambos, y luego el joven se retiró prometiendo volver a esperar a Katy, la mañana siguiente.
Durante el regreso a la estancia, Katy no pudo dejar de pensar el Darío, el muchacho ya le había ganado el corazón.

IV

A la mañana siguiente se levantó más animada que de costumbre.
Desayunó con su tía, como era habitual.
-Katy, ¡Qué feliz se te ve! ¡Haz soñado algo muy lindo anoche!
-No tía, hoy voy a ver a Darío. Prometió esperarme en un rato.
Antonia no respondió; la miró con el rostro transformado. Apretó los dientes y sus ojos comenzaron a despedir centellas refulgentes.
Katy no entendió el por qué de esa mirada, pero tampoco dijo nada.
Una vez concluido el desayuno, se alejó en busca de su caballo, como todas las mañanas.

V

Ya comenzaba a inquietarse por la tardanza, cuando al fin la divisó.
Su corazón comenzaba a latir con mayor rapidez. ¡Era tan hermosa! Venía al trote, muy erguida en su caballo, con el cabello negro y muy lacio, suelto.
La esperó con una sonrisa y con mucha delicadeza la ayudó a desmontar.
Durante bastante tiempo conversaron y sus miradas se encontraron varias veces, diciéndose cosas que sus labios no pronunciaban.
Luego, fue un “Hasta mañana”, el que se dijeron pero ambos desearon entonces, que ese mañana, ya fuese hoy…

VI

Era una mañana paradisíaca. El sol brillaba en lo alto como saludando a Katy.
Salió de la estancia muy feliz, al encuentro de Darío, quien al reconocerla, corrió a su encuentro. La ayudó a bajar del caballo, tomándola por la cintura suavemente.
El roce de su cuerpo, el perfume de su piel, alteraron los sentidos de Darío, en ese momento comprendió que la amaba con toda su alma y sin mediar palabras la atrajo hacia su pecho y ambos se fundieron en un abrazo.
Luego buscó las manos de Katy, las besó una y otra vez. Ella sin resistencia alguna, respondió a las caricias de Darío. Y ahí, sobre la hierba fresca, bajo la copa de un árbol testigo y un sol brillante y sonriente, fundieron sus cuerpos y sus almas.

VII

Mientras esto ocurría, Antonia, recibía en su estancia a unos “amigos”.
Estaban ingresando en el quincho de ésta, cuando Katy, desmontó en la tranquera.
Al observar la presencia de extraños, tuvo cuidado para no ser descubierta, escondiéndose detrás de un árbol.
Deseaba saber, qué hacía esta “visita” en el lugar, ya que para ella eran desconocidos, por lo cual cuando hubieron ingresado en el lugar, muy sigilosamente se aproximó a una de las ventanas y ahí pudo ver que sobre una mesa, habían diseminadas velas de diversos colores.
Quedó unos minutos detenida y luego se retiró.

VIII

Katy, alisaba como cada día, su cabello largo de color negro y brillante, cuando de repente llamaron su atención, unos pequeños puntos rojos en su cuero cabelludo.
Notó que su cabellera había perdido brillo y color, además su cabeza se veía calva, en ciertos lugares.
Muy preocupada por esto, le comentó a su tía Antonia, quien restó importancia al hecho.
-No laves tan seguido tu cabello, no es bueno. Le dijo como solución.
La caída del cabello continuaba, por lo que Katy, consultó a su médico de confianza, quien le indicó una medicación que solucionaría su problema.
Así fue,  que poco tiempo después, volvió a lucir un cabello tan sano y brillante como antes.

IX

Celestina, contaba con 48 años de edad. Físicamente su hija Katy se le semejaba mucho.
De carácter afable, alegre, divertida. Se había casado con Jorge hacía 25 años y eran muy felices. Su esposo la consentía en todo. Era un excelente compañero, muy cariñoso que disfrutaba de las ocurrencias de su esposa.
Aquel día, Celestina llegó muy de prisa a la estancia de su hermana para ver a su hija Katy  y conocer a su prometido, Darío. Lo hizo acompañada de su esposo.
Antonia, los recibió de buen humor, aunque en realidad se sentía molesta por la presencia de ellos.
Al medio día almorzaron juntos y más tarde los padres de Katy se dirigieron a la estancia vecina, donde los esperaban Darío y sus padres.
A la mañana siguiente Celestina, se levantó temprano. Quería disfrutar de ese día, ya que al anochecer se irían del lugar.
Se cambió rápidamente y fue a bajar la escalera para desayunar. Abajo, ya la estaban esperando.
Cuando apoyó su pie en el escalón, notó que algo lo deslizaba hacia adelante, haciendo que rodara todo su cuerpo por la escalera, dando finalmente su cabeza contra el suelo. El golpe fue muy intenso y perdió el conocimiento.
Al oír el ruido Antonia, corrió hasta el lugar y llamó gritando a Jorge.
-¡Jorge!¡Jorge!,¡ vení pronto!¡Celestina se ha caído!¡Mi hermana!¡Mi hermana a quien tanto amo!¡Llamen a un médico!¡Que venga pronto por favor!
Jorge corrió, y al ver a Celestina,  tendida en el suelo desvanecida, llamó de inmediato al médico; quien acudió prontamente. La examinó y cuando Celestina volvió en si, antes de retirarse recomendó reposo, y ante cualquier duda o en caso de notar algo extraño, lo volvieran a llamar, caso contrario regresaría al día siguiente.

X

A la mañana siguiente el médico regresó, hallando a Celestina en plena recuperación. Había sufrido golpes pero no muy importantes. El de mayor cuidado fue el de la cabeza, pero ya había pasado lo peor.
Dos días después, se retiraba de la estancia junto a su esposo.
Katy, cuidó de su madre durante esos días, mientras que Darío acudía a visitarla en todos los momentos en que le era posible.

XI

La tarde se despedía, con el cielo cubierto por nubarrones amenazantes.
-No falta nada para que llueva, dijo Antonia a Katy.
-Así es tía,  creo que en pocos minutos, oiremos llover.
Cenaron juntas y luego de ver algo en televisión cada una se retiró a su aposento.
Truenos y relámpagos hacían vibrar e iluminaban la habitación de katy.
Se sumergió en la cama y se cubrió la cabeza con la almohada. Al rato estaba dormida.
En la madrugada lluviosa, alguien chistó en su ventana y la despertó.
Muy lentamente se incorporó en su cama, giró hacia un costado, se calzó las chinelas y trató de mirar hacia fuera levantando muy despacio la persiana.
De esta manera, pudo ver a una silueta deslizarse por el parque.
Fue a la habitación de su tía, y con gran sorpresa, no la halló en ella.
Al ingresar pudo observar un gran desorden y entre todas las cosas que encontró, reconoció unos juguetes que le pertenecían a su madre, recuerdo de su niñez, y un broche que había sido de su abuela, y su madre lo conservaba también de recuerdo.
Dejó la habitación y bajó las escaleras de prisa, sin encender ni una sola lámpara, para no ser vista. Al llegar al living, nuevamente vio la silueta, pero esta vez, desde más cerca y acompañada por una persona más, ambas cubiertas por impermeables.
Grande fue su asombro al descubrir que la segunda silueta pertenecía a su tía Antonia.
Muy lentamente, regresó a su habitación, dispuesta a saber qué estaba sucediendo. Tenía el teléfono de Darío. Lo llamó e informó lo que estaba sucediendo, con el fin de que estuviese alerta.
Se acurrucó aún más en su cama.
Luego de unos momentos, escuchó girar el picaporte de la puerta e ingresar al lugar, a su tía, quien abrió el cajón de su mesa de luz y sacó de éste una linterna, luego, sintió que unos dedos como tenazas oprimían su cuello. Trató de gritar, pero de su garganta no salía ni un sonido. Comenzó a agitar sus brazos, tratando de quitar esas manos de su garganta. Pensó en Darío…¿Por qué no venía?
Cuando la luz de la linterna iluminó el rostro de su agresor, quiso verdaderamente, morir ¡Darío! ¡Su tía Antonia! ¡Oh no!  ¡No podía ser! ¡¿Estaría soñando?!...

XII

Cuando despertó, se hallaba en un Centro Médico, junto a sus padres.
-Mi amor, ¿Cómo te sentís –preguntó su madre, mientras acariciaba su cabeza.
-Mejor mamá.
-¿Te duele algún lugar del cuerpo, hija? –preguntó su padre.
-No, ya estoy mejor. Pero…¿Qué pasó? ¿Por qué estoy aquí?
-Porque –explicó su madre- a pesar de la lluvia de esa noche, regresamos a la estancia ya que queríamos llevarte a ver los vestidos de novia, como era tu deseo, y además recoger el broche que me dejó tu abuela, pero no lo pudimos hallar.
-Y yo ¿Qué estaba haciendo que no recuerdo haberlos visto?
-¡Por supuesto que no nos viste! –dijo su madre-¡ Si te encontramos casi muerta! Llamamos inmediatamente a un médico quien nos dijo, que habías sufrido un intento de estrangulamiento, que esperaría a que recuperases el conocimiento para luego, internarte.
-Nosotros, más tarde hicimos la correspondiente denuncia, pero la Policía,  no halló rastro alguno del agresor –explicó el padre.
-Cuando el médico que te asistió, nos vio más serenos nos contó -continuó la madre diciendo –que cuando recuperaste el conocimiento, a pesar del dolor, le dijiste quien te había atacado, que era Darío y se hallaba presente en el lugar tu tía.
-¡Ahora si recuerdo todo! ¡Nunca imaginé que pudieran hacerme esto! ¡¿Por qué!? Me pregunto. ¡¿Por qué?!

XIII

Días más tarde, estando ya de regreso en casa de sus padres, llamaron a la puerta. Katy atendió. Era la Policía, esta vez para informarles,  que habían detenido a Antonia por hallarse fuera de sus cabales llevándose ropa y otros artículos de un local.
La tenían esposada en una comisaría, pero de ese lugar la trasladarían a una Clínica Psiquiátrica.

XIV

Al día siguiente,  Katy fue a la estancia de su tía.
Con el corazón destrozado y sin poder pensar con claridad, aún creía que lo sucedido aquella noche era sólo, un mal sueño.
De Darío no tuvo casi noticias. Solamente supo por comentarios, que su padre lo impulsó para que concretase un viaje al extranjero, por negocios.
Caminaba sigilosamente sumergida en sus pensamientos, cuando repentinamente descubrió en el living de la estancia, una baldosa que sobresalía un tanto. La levantó con mucho cuidado y bajó al sótano, por una escalera.
Telas de araña, polvo y humedad, lo cubrían todo. No obstante, halló un albun con fotos de toda la familia y un diario íntimo. En él, Antonia contaba toda su infancia y lo infeliz que había sido, siempre.
Las diferencias que habían hecho los padres entre la madre de Katy, Celestina, y ella, Antonia. Las humillaciones que debió soportar. El gran parecido de Katy con su madre y el odio que sentía por ambas.
Antonia, contaba en su diario además, que se uniría a Darío, por lo cual Katy quedaría sin novio, y que lo haría solamente con el fin de hacerle daño, ya que el muchacho, no le interesaba.
Encontró además otra confesión que la dejó perpleja. Había redactado Antonia, que su hermana Celestina, no solamente era madre de Katy, sino que tenía otra hija, a la cual  ella en secreto,  tuvo que criar.
Después de leer esto,  Katy debió sentarse entre toda la humedad, telas y polvo que había. Así quedó por mucho tiempo y yo en silencio y sin ser vista, la acompañé, pues la hija no reconocida, soy yo.

XV

Antonia, entreabrió los ojos. Sintió que los párpados le pesaban. Quería recordar lo sucedido, pero no pudo. Le habían dado a tomar unas píldoras rosas, que la hacían sentir mareada. Sabía que se encontraba en un lugar para enfermos mentales.
Medio a los tumbos se incorporó de la cama y fue hasta la ventana de su habitación.
Afuera, el viento mecía las ramas de los árboles, ya desprovistas de hojas, pues el otoño había llegado.
Antonia sintió frío. Permaneció de pie junto a la ventana un rato; luego volvió a la cama.
Cuando llegó la hora del almuerzo tuvo que ir al comedor.
Fue ahí donde conoció a Irma, otra paciente del Centro Psiquiátrico, quien al igual que ella ansiaba vincularse con otras personas.
Irma era una mujer de unos 55 años. No muy alta y algo rellenita, de ojos claros y vivaces. A diferencia de Antonia, sus familiares la visitaban con mucha frecuencia.

XVI

Una tarde soleada, ambas se encontraban en el parque de la Institución, disfrutando al caminar charlando, cuando Irma recibió la visita de un familiar. En el momento en que la visita saludó, Antonia descubrió que el recién llegado, llevaba en el cuello una cadena de mucho valor.
El tiempo fue transcurriendo y llegó el atardecer, y con él la despedida del familiar, quien al retirarse, entregó la cadena a Irma para que la conservase de recuerdo, y se alejó, prometiendo volver lo antes posible.
Esa noche, Antonia se sintió inquieta, estaban por darle la medicación.
Cuando ingresó la enfermera en su habitación fingió estar dormida.
La enfermera suavemente la “despertó” y le indicó que tomara las píldoras. Ella hizo ademán de ingerirlas, y la enfermera se alejó.
Sin perder el tiempo, Antonia se dirigió al baño y tiró la medicación en el inodoro; se colocó los guantes que había sustraído esa tarde,  del carrito de los enfermeros y esperó pacientemente, hasta que no vio persona alguna, en el pasillo.
Buscó entonce, la habitación donde se hallaba Irma. Dio varias vueltas en puntas de pie, hasta que ésta,  tomó la medicación y cayó en un profundo sueño.
Entonces, ingresó donde estaba Irma. Tomó una almohada y la colocó sobre la cabeza de ésta, quien a pesar de estar dopada, comenzó a sacudirse. Antonia movió rápidamente sus manos y con mucha precisión arrancó del cuello de su víctima la cadena. Oprimió un poco más  la almohada sobre la cabeza de la agredida, con la intensión de que ésta perdiera el conocimiento. Luego, cuando ya no sintió resistencia por parte de Irma, quitó la almohada y se alejó.
Se quitó los guantes y los arrojó al inodoro. Guardó muy bien la cadena, nadie debía enterarse de que ella había estado esa noche, en aquel lugar.
La enfermera que estaba de guardia, al hacer el recorrido habitual, vio a Irma durmiendo placidamente.
Apagó la luz y se retiró.

XVII.

La mañana estaba espléndida. El sol pintaba de diversas tonalidades cada rincón del patio del Centro Psiquiátrico.
La primavera se aproximaba nuevamente, y todo reverdecía. Las flores comenzaban a brindar sus colores y fragancias. Las mariposas asomaban, batiendo sus alas, acompañadas de la suave brisa.
Antonia e Irma, no querían perder ese día; el último que pasaría Antonia, en ese lugar.
Querían charlar tranquilamente, compartiendo aquella mañana, que sería inolvidable para ambas, y así lo hicieron.
Al día siguiente, se estrecharon en un gran abrazo y entre besos y lágrimas se despidieron.

XVIII

Cuando estuvo en la calle, una brisa cálida, acarició su rostro. El sol brillaba en lo alto, en un cielo diáfano que derramaba su luminosidad sobre la faz de la tierra.
Antonia percibió en ella sentimientos contradictorios, por un lado era feliz, por recuperar su libertad y volver a la estancia, a su vida de siempre; y por el otro, tristeza por alejarse de Irma y de los demás compañeros del  Centro.
Caminó unas cuadras gozando del aire y el sol de ese día, luego, tomó un taxi que la condujo de regreso a la estancia.

IXX

Tiempo después, alguien llamó en la tranquera principal. Antonia salió a recibir al recién llegado. Era un hombre de unos 50 años, bajo de estatura, bigote ancho y espeso, ojos oscuros y cabello entrecano.
Traía carpetas y la saludaba amigablemente, con ojos muy vivaces que denotaban, gran entusiasmo.
-Buenos días, Señora, mi nombre es José.
-Buenos días, Señor. Antonia es el mío, mucho gusto. ¿Qué deseaba?
-Mire; vengo a hablar con usted; quiero decir, a mostrarle mis proyectos, con el fin de que su estancia produzca más y mejor. Desde luego, ganaríamos ambos con ello, si es que a usted le interesa…
-Tendría que analizar lo que me trae; pero…¿Cómo llegó hasta aquí?
-Una pareja, que dijo ser “amiga suya”, me habló de usted y su estancia al saber de mis proyectos. Pensaron lo beneficioso que sería para este lugar, todo lo que tengo programado.
-¡Oh si! Pase por favor, adentro podremos hablar más cómodamente.
José le habló de sus proyectos, mientras Antonia lo observaba con gran atención y preparaba dos cafés.
Le pareció muy interesante todo lo que José  le proponía. Continuaron intercambiando opiniones hasta que José se retiró.
Tiempo después, comenzó a sentir dudas. Pensó que tal vez no fuera conveniente emprender algo así, tan ambicioso;  dado que se necesitaba astucia e inteligencia para los negocios y ella no poseía ni una, ni otra, al menos eso era lo que ella creía.
De pronto, tuvo una idea. Llamaría a su hermana Celestina y a su hija Katy, les pediría perdón por lo ocurrido y aprovecharía para contarles el ofrecimiento de José. Con ellas se sentiría segura y capaz.

XX

El sol, nuevamente brindaba toda la luz y todo su color, cuando Celestina y Katy, llegaron a la estancia.
Ambas se miraron de soslayo antes de llamar. Sentían desconfianza luego de lo sucedido.
Antonia, las recibió con su mejor cara. Una sonrisa, notablemente forzada. Las saludó con un beso y abrazo e invitó a pasar.
Hacía ya un tiempo que no se veían, ya que ellas nunca la visitaron en el Psiquiátrico.
Luego, Antonia, llorando desconsoladamente pidió perdón por lo acontecido. Acusó a su mal estado psíquico; sin que Celestina y Katy, lo creyeran, no obstante, sostuvieron que era conveniente, intentar reanudar la relación.

XXI

Una mañana de otoño, comenzaron las actividades en la estancia. Antonia, estaba ansiosa. Daba vueltas por la casa observando cada movimiento.
José,  ingresó por la puerta principal trayendo varios papeles y carpetas entre sus manos.
Una sonrisa amplia en su rostro, reflejaba su alegría. Las ventas habían superado todas las expectativas. Todo el esfuerzo realizado estaba dando sus frutos y ellos se sentían realmente muy felices y orgullosos.
Horas más tarde se reunieron en el comedor para cenar.

XXII

Aquella mañana,  Katy llegó a la estancia muy temprano y corrió inmediatamente en busca de su tía, quien se hallaba reunida con “sus amigos”. Esperó pacientemente que se desocupara. Cuando al fin los despidió, le dijo:
-¿Por qué aprobaste por tu cuenta el envío de granos que eran para exportar? ¡Ni nos consultaste!, decidiste además,  enviar animales que aún no estaban listos para faenar. ¡¿No habíamos hablado de dejarlo para más adelante?!
-¡Cállate! ¡No me faltes el respeto! Hice lo que creí conveniente. Se lo dije a José y estuvo de acuerdo.
-¡No debiste consultar a José, sino a nosotras! ¡¿Qué dirá mamá cuándo se entere?!
-Su opinión,  no me interesa. Mirá lo que tengo para ella, en caso de que quiera llamar la atención…Sacó entonces una cuchilla que había dentro del cajón de la mesada.
Katy, miró con espanto a su tía.
-¡Tía, no estás bien! ¡No te haz recuperado!...Y sin decir una sola palabra más, se alejó del lugar, mientras Antonia, quedó hablando sola.
Al encontrarse horas más tarde con su madre, la puso al tanto de lo dicho a su tía. Celestina, no habló del asunto con Antonia, solamente se dedicó a ver los libros de contaduría.
Esa noche, ni Katy, ni Celestina, durmieron tranquilas.

XXIII

Pronto llegó el invierno crudo, implacable, y con él, una gran sequía. Los campos estaban estériles, los animales sufrían las inclemencias del tiempo. Los sueños, se desvanecían. Todo cuanto se había logrado se derrumbaba.
Antonia, sintió culpa por ello; había fracasado una vez más.
Celestina tuvo también, sentimientos de culpa, ya que de ella siempre se esperó el éxito en todo y esta vez, había fallado.
En cuanto a Katy, ella consideró que había hecho todo cuanto había podido. Hizo trámites, concurrió a reuniones etc. Por lo tanto, no tuvo remordimientos por los resultados obtenidos.
Así es que se puso fin al emprendimiento; no valía la pena tratar de recuperar lo perdido.
José se despidió con pesar. Hubiese deseado que las cosas continuaran marchando como al comienzo, pero la realidad le mostró otra cosa, así que iba a probar con sus proyectos en otro lugar.

XXIV

La lluvia caía incesantemente. Giró hacia la derecha y cruzó aún más su impermeable.
Había ido hasta el pueblo a consultar a su médico, por un pequeño bulto en uno de sus senos.
Con una franca sonrisa, el médico la recibió.
-Adelante Antonia, pase y tome asiento.
Antonia obedeció, a la vez que retorcía la correa de su cartera.
-Usted dirá, ¿Qué le está sucediendo?
Con voz temblorosa ella respondió
-Doctor, al ducharme, descubrí que tengo un pequeño bulto, aquí en el pecho.
El médico se incorporó del asiento y fue a examinarla.
-Antonia, debemos hacer análisis y estudios para tener un diagnóstico certero; a simple vista no puedo determinar que tipo de nódulo es éste.
-Bueno doctor -respondió Antonia, sin poder dejar de temblar -haremos lo que usted indique.
El médico extendió las órdenes correspondientes para los estudios y sin más, ambos se incorporaron de sus asientos y se despidieron hasta la próxima visita, la cual sería, cuando tuviese el resultado, de lo indicado por el médico.
Pasaron los días y Antonia regresó, ya con todo lo que el facultativo le había solicitado.
Al ingresar al consultorio Antonia tuvo un mal presentimiento, no sabía por qué, pero no podía dejar de pensar mal.
El médico analizó el resultado de los estudios y demostró en su rostro preocupación. Luego la miró.
-Antonia, debo decirle la verdad…estos análisis no han dado bien. Su salud está muy perjudicada.
-Doctor, dígame la verdad. Estoy preparada.
-Bueno, tengo que decirle que lo suyo no es bueno. Que haremos, usted primero y yo la ayudaré, todo cuanto sea necesario para que viva con la mejor calidad de vida posible.
-Si doctor, ya lo suponía, pero… ¿Cuánto tiempo me queda?
-Nunca se sabe…Veremos…Comenzaremos con un tratamiento.
Luego de decir esto, el médico extendió una receta y citó a Antonia para otro día.
Cuando salió de ahí, el sol brillaba, más Antonia, sentía que en su alma, las sombras lo invadían todo. Un frío helado le recorrió todo el cuerpo. ¿Cuántos días le quedaban por vivir?, no lo sabía. Pero lo que más le preocupaba, era el sufrimiento, aunque su médico entre otras cosas, le había dicho que no sufriría.
Con la mente obnubilada por la noticia, a tientas llegó hasta el auto, al que se subió y se dirigió nuevamente a la estancia.
Al llegar, fue hasta su alcoba, se tiró sobre la cama vestida, y lloró amargamente por su destino.
Pasaron por su mente, como una película, todos aquellos personajes que hicieron de ella, lo que hoy era. Sus abuelos, sus padres, su hermana, su sobrina, su hija adoptiva…Todos acudieron a su mente en aquel momento, el más amargo, el más triste de su vida.

XXV

El tiempo fue transcurriendo y el tratamiento resultaba más traumático cada día.
La cirugía que le practicaron demandó tiempo de internación y cuidados extremos; así mismo, cumplió con todo lo indicado. No obstante, sintiendo que se aproximaba el final de sus días, se dirigió hasta lo de su escribano, ya que quería dejar redactado su testamento. En él, dejaba como heredera de todos sus bienes, a su hija adoptiva, Marisol, a quien tuvo por años escondida en el sótano de la estancia, y cuando pudo, envió con unos tíos al extranjero para que cursara sus estudios.

XXVI

Días más tarde Celestina y Katy, se dirigieron a la escribanía para leer el testamento. Nada sorprendió a las mujeres, pero Celestina debió revelar la verdad a Katy sobre mi existencia.

XXVII

Hacía ya varios días que la enfermedad de Antonia, había empeorado. Prácticamente no se despertaba. Permanecía inconciente debido a los calmantes que debían suministrarle para evitar que sufriera.
Celestina y Katy llamaron al médico pues notaron que Antonia, respiraba con dificultad. Sabían ambas, que los calmantes agravarían  aún más, el estado en que se encontraba Antonia.
El médico acudió de inmediato. Bajó de su auto y caminó de prisa hasta la habitación de la enferma. Celestina y Katy lo dejaron a solas con Antonia.
Después de un tiempo, el médico cerró la puerta de la habitación, bajo la mirada preocupada de Celestina y Katy; al tiempo que también llegaba Jorge.
El facultativo los miró e  indicó que fuesen con la enferma pues se aproximaban sus últimos momentos de vida.
Los tres ingresaron en la habitación y vieron que también lo hacía una joven, a quien no habían visto hasta ese momento, y en pocos minutos más, silenciosamente Antonia partía hacia el más allá.
Se alejó de manera muy diferente a como había vivido.
Tanto Celestina,  como Katy  y la recién llegada, lloraron por la mujer que había dejado este mundo, llena de resentimiento y sin haber logrado nada de lo que había deseado.

XXVIII

El funeral de Antonia, se realizó en el lugar donde pasó la mayor parte de su vida.
Se hallaban presentes sus familiares y “sus amigos”.
Luego de estar junto a su tía, Katy  salió al jardín a tomar un poco de aire y sol. Al regresar, se enfrentó a unos ojos inquisidores, muy semejantes a los suyos en cuanto al color y forma;  me parece. Ambas nos reconocimos. Quisimos decirnos muchas cosas; entre ellas, todas las que he contado aquí, por haberlas vivido o por conversaciones que tuve con mamá Antonia. Las dos vivimos situaciones desdichadas, más yo, que ella, pero ahora que somos adultas tendríamos mucho para conversar; pero ninguna de las dos dijimos nada. Solamente nos miramos y alejamos…

Ahora Antonia,  se había ido de la estancia, materialmente, pero su espíritu permanecía en cada rincón de ese lugar. Espiando, controlando, celando y buscando venganza…

FIN
Susana E. Irigoite




Sobre SUSANA IRIGOITE

Docente y Escritora de la localidad de Ranchos partido de General Paz. Bienvenidos a mi blog. No olviden dejar su comentario. Siempre es un placer leerlos.
    Blogger Comment
    Facebook Comment

0 comentarios :

Publicar un comentario